«El diente roto» – Pedro Emilio Coll
Cuento Corto
Pedro Emilio Coll, maestro del modernismo venezolano, en «El diente roto» explora con delicadeza la transición de la infancia a la madurez, mostrando cómo un pequeño incidente puede transformar nuestra percepción de nosotros mismos y enseñarnos sobre la aceptación personal.
El diente roto
Era una tarde tranquila en el pueblo cuando el joven Julián, mientras jugaba con sus amigos en la plaza, sufrió un pequeño accidente. Todo ocurrió en un instante: tropezó mientras corría y, al caer, se golpeó contra una piedra. El impacto fue leve, pero suficiente para romper uno de sus dientes delanteros.
Al principio, Julián no le dio importancia. Se levantó rápidamente, sacudió el polvo de sus pantalones y continuó jugando, tratando de ignorar las risas de sus amigos que notaron la mella en su diente. Sin embargo, cuando llegó a casa, la reacción de su madre fue muy diferente.
—¡Por Dios, Julián! ¡Mírate ese diente! —exclamó ella con una mezcla de preocupación y exasperación.
Lo llevó al espejo, donde Julián vio por primera vez su sonrisa incompleta. El pequeño defecto comenzó a crecer en su mente, como si fuera una sombra que cubría todo su rostro. En su imaginación, el diente roto lo hacía parecer ridículo, feo y diferente.
A partir de ese día, Julián empezó a evitar sonreír frente a los demás. Cuando sus amigos lo invitaban a jugar, se inventaba excusas para quedarse en casa. En la escuela, evitaba participar en las clases por miedo a que alguien notara su defecto.
Pero una tarde, mientras paseaba por el pueblo, vio a Don Fermín, el herrero, que también tenía un diente roto. Don Fermín no parecía preocupado; de hecho, su sonrisa era amplia y llena de confianza. Julián se armó de valor y le preguntó:
—¿No le molesta su diente roto?
Don Fermín soltó una carcajada.
—¿Molestarme? Cada cicatriz y cada marca cuenta una historia. Este diente roto es parte de quién soy.
Esa respuesta cambió la forma en que Julián veía su propio reflejo. Poco a poco, recuperó su confianza y entendió que un diente roto no definía quién era, sino que era solo una pequeña parte de su historia.