El misterio del huevo perdido
Cuento Corto
En el corazón del valle jurásico, donde dinosaurios de todas las formas y tamaños vivían en armonía, un misterioso huevo desaparece sin dejar rastro.
Con valentía y trabajo en equipo, un grupo de jóvenes dinosaurios se embarcará en una aventura para resolver el misterio del huevo perdido.
El pequeño dinosaurio que tenía miedo
En un valle jurásico lleno de montañas humeantes y ríos cristalinos, vivía un grupo de dinosaurios que siempre cuidaban unos de otros. Un día, Luno, un pequeño dinosaurio herbívoro, corrió al claro del bosque gritando:
—¡Un huevo ha desaparecido del nido de mi mamá! ¡Tenemos que encontrarlo!
Los dinosaurios se reunieron preocupados. El huevo perdido pertenecía a la mamá estegosaurio, conocida por sus nidos bien protegidos. ¿Cómo podía haber desaparecido sin dejar rastro?
—Yo te ayudaré —dijo Rugo, un joven tiranosaurio que, aunque era grande y fuerte, siempre había sido muy amable.
—¡Y yo también! —añadió Piki, una traviesa pterosaurio que podía volar alto para buscar desde el cielo.
El equipo se puso en marcha, siguiendo las huellas cerca del nido. Las huellas llevaban hacia el oscuro bosque de helechos, donde muchos dinosaurios evitaban ir porque se decía que estaba lleno de criaturas misteriosas.
Mientras caminaban, Piki voló sobre los árboles.
—¡Veo algo brillante más adelante! —gritó desde el aire.
Al llegar al lugar señalado, encontraron unas marcas de garras pequeñas junto a una roca brillante.
—No son de un dinosaurio grande —dijo Rugo examinándolas—. ¡Alguien pequeño se llevó el huevo!
Siguieron las pistas hasta una cueva. Dentro, vieron a un joven velociraptor llamado Zuko acurrucado junto al huevo.
—¡Zuko! ¿Por qué te llevaste el huevo? —preguntó Luno, sorprendido.
El velociraptor bajó la cabeza y respondió:
—Vi que se caía del nido, y pensé que nadie lo encontraría. Lo traje aquí para cuidarlo, pero no sabía cómo devolverlo sin que se enojaran conmigo.
Rugo y Luno sonrieron.
—Gracias por cuidar el huevo, Zuko, pero no necesitabas hacerlo solo. Somos una comunidad, y juntos resolvemos los problemas.
Con cuidado, devolvieron el huevo al nido de la mamá estegosaurio. Todos aprendieron que trabajar en equipo y hablar con sinceridad puede resolver cualquier misterio. Y desde ese día, Zuko dejó de esconderse y se unió a los demás dinosaurios, convirtiéndose en un amigo leal.
En el valle jurásico, la unión siempre hacía la fuerza.
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