David y Goliat – Cuento Infantil sobre Valores
En un valle verde y soleado, rodeado de ovejas juguetonas, vivía un joven pastor llamado David. Era un chico pequeño, de ojos vivaces y sonrisa contagiosa. Su mayor pasión era cuidar de su rebaño y entonar melodías con su honda, lanzando piedras con precisión milimétrica.
Un día, mientras David pastoreaba sus ovejas, llegó un rumor aterrador: un gigante llamado Goliat, guerrero de los filisteos, desafiaba al ejército israelita. Goliat era enorme, con una armadura reluciente y una espada tan grande como un árbol. Gritaba con voz atronadora, retando a los israelitas a un duelo: si un guerrero israelita lo vencía, los filisteos se retirarían; pero si Goliat ganaba, los israelitas se convertirían en sus esclavos.
El miedo se apoderó del ejército israelita. Ningún guerrero se atrevía a enfrentar al gigante. David, al escuchar las noticias, se llenó de indignación. «¡No puede ser!», exclamó. «¿Cómo un gigante atemoriza a todo un ejército? ¡Yo lo enfrentaré!».
Sus hermanos mayores se burlaron: «¡Eres un niño! Goliat te aplastará como a una hormiga». Pero David no se intimidó. Sabía que su fuerza no estaba en sus músculos, sino en su fe en Dios. «¡El Señor me protegerá!», dijo con firmeza.
David se dirigió al campo de batalla, dejando su rebaño al cuidado de su hermano mayor. En lugar de usar la pesada armadura del rey Saúl, optó por su honda y cinco piedras lisas del río. Confiando en su habilidad y la protección divina, se aproximó al gigante.
Goliat, al verlo tan pequeño, estalló en carcajadas. «¡Miserable!”, rugió. «¡Ven a mí y te daré de comer a las aves del cielo!». David, sin amedrentarse, le respondió: «Tú vienes a mí con espada y lanza, pero yo vengo en el nombre del Señor Todopoderoso. ¡Hoy mismo caerás en mis manos!».
Con precisión infalible, David lanzó una piedra con su honda. La piedra golpeó la frente de Goliat, derribándolo al suelo. Aturdido y herido, el gigante no pudo levantarse. David, con valentía inquebrantable, tomó la espada de Goliat y le cortó la cabeza.
Un rugido de victoria se apoderó del ejército israelita. Los filisteos, aterrorizados, huyeron del campo de batalla. David, el pequeño pastor, se convirtió en un héroe nacional, un símbolo de valentía y fe. Su historia nos enseña que no importa el tamaño o la fuerza del enemigo, la confianza en Dios y la determinación pueden vencer cualquier obstáculo.
Moraleja: La valentía no se mide en estatura, sino en la fuerza del corazón y la fe inquebrantable. Enfrentar nuestros miedos y luchar por lo que creemos, sin importar las dificultades, nos convierte en héroes de nuestra propia historia.