El Gigante Egoísta – Cuento Corto
Oscar Wilde

cuento El Gigante Egoísta
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El Gigante Egoísta, escrito por Oscar Wilde, es una historia conmovedora que enseña sobre la importancia de la generosidad, el amor y cómo abrir el corazón puede transformar la vida.

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El Gigante Egoísta

En un hermoso jardín lleno de flores, árboles y el canto de los pájaros, los niños solían jugar felices todos los días. Sin embargo, el jardín pertenecía a un gigante, quien lo había abandonado durante años. Un día, el gigante regresó y, al ver a los niños en su jardín, se enfureció.
—¡Fuera de aquí! Este es mi jardín, y no quiero que nadie más lo use —dijo mientras construía un muro alto y colgaba un letrero que decía: «Prohibida la entrada».

Desde entonces, el jardín quedó vacío y silencioso. Sin los niños, el lugar perdió su alegría. El gigante no lo notó al principio, pero pronto el invierno llegó y no se fue. Mientras otros lugares disfrutaban de la primavera, su jardín permanecía cubierto de nieve, hielo y viento frío.

Pasaron los años, y el gigante comenzó a preguntarse por qué la primavera nunca volvía a su jardín. Una mañana, mientras descansaba en su cama, escuchó una melodía dulce. Al mirar por la ventana, vio que los niños habían encontrado una brecha en el muro y habían entrado al jardín. Donde ellos jugaban, los árboles florecían y los pájaros cantaban.

El gigante comprendió su error. Salió al jardín, derribó el muro y les dijo a los niños:
—Este es su jardín ahora. Siempre serán bienvenidos aquí.

Entre los niños, el gigante notó a uno pequeño que no podía trepar a un árbol. Lo ayudó con ternura, y el niño lo abrazó con gratitud. A partir de ese momento, el jardín volvió a ser un lugar de felicidad, y el gigante, al abrir su corazón, también encontró alegría.

Años después, el gigante envejeció y dejó de salir al jardín. Una mañana de invierno, vio al mismo niño pequeño bajo un árbol, pero ahora con marcas en las manos y pies que parecían heridas. El gigante, asombrado, le preguntó quién era.
—Soy el amigo que jugó contigo en tu jardín —dijo el niño—, y ahora te llevaré al mío: el paraíso.

Cuando los niños regresaron al jardín, encontraron al gigante descansando en paz bajo un árbol, rodeado de flores y con una sonrisa en su rostro.

Reflexión:

El Gigante Egoísta nos enseña que la generosidad y el amor pueden transformar incluso los corazones más fríos, y que compartir con los demás nos trae verdadera felicidad.

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