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El León y el Ratón
Fábula de Félix María Samaniego

Rapunzel La princesa de la torre

En una vasta selva, un poderoso león aprendió que incluso los más pequeños pueden ser grandes aliados. Así comienza el clásico cuento de El León y el Ratón, una historia sobre gratitud y ayuda inesperada.

El León y el Ratón

En una vasta selva, donde los árboles tocaban el cielo y los animales vivían en armonía, un león poderoso dormía profundamente bajo la sombra de un árbol. Su melena dorada brillaba al sol, y su rugido era tan temido que ningún animal se atrevía a molestar su descanso. Sin embargo, esa tarde, un pequeño ratón corría alegremente entre la hierba, ajeno al peligro.

El ratón, sin darse cuenta, tropezó con la gran pata del león, despertándolo de su sueño. El león abrió sus enormes ojos y atrapó al ratón con una de sus garras.
—¿Cómo te atreves a molestarme? —rugió con furia.

El ratón, temblando de miedo, reunió valor para hablar:
—Por favor, señor león, perdóname. Si me dejas vivir, prometo ayudarte algún día.

El león, divertido por las palabras del ratón, comenzó a reír.
—¿Tú, un ratón tan pequeño, ayudar a un león como yo? Eso es imposible.
Sin embargo, conmovido por su valentía, decidió dejarlo ir.
—Vete, pequeño. Hoy tienes suerte.

Días después, mientras el león patrullaba su territorio, cayó en una trampa de cazadores. Una red gruesa lo envolvió, y por más que rugió y luchó, no logró liberarse. Su rugido resonó por toda la selva, alertando a los animales. Pero todos tenían miedo de acercarse, excepto el pequeño ratón.

Al escuchar los rugidos, el ratón corrió hacia el lugar. Al ver al león atrapado, recordó la promesa que había hecho.
—No te preocupes, amigo. Te ayudaré.
El ratón comenzó a roer las cuerdas con sus pequeños pero afilados dientes. Con paciencia y esfuerzo, logró romper la red, y el león quedó libre.

—No creí que algo tan pequeño pudiera salvarme —dijo el león, agradecido.
—Te lo dije, señor león: la fuerza no está en el tamaño, sino en el corazón —respondió el ratón con una sonrisa.

Desde ese día, el león y el ratón se convirtieron en amigos inseparables, y el león aprendió que la verdadera grandeza no depende de la fuerza, sino de valorar a todos, sin importar su tamaño.

Así, la selva recordó siempre que la bondad y la gratitud crean amistades indestructibles.

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