El pequeño saltamontes
Cuento Corto
En un campo lleno de vida y colores, un pequeño saltamontes llamado Salti aprendió que la verdadera fuerza no está en saltar más alto que los demás, sino en entender los sentimientos y necesidades de quienes lo rodean.
El pequeño saltamontes
En una pradera verde y soleada, vivía Salti, un joven saltamontes conocido por su habilidad para saltar más alto que cualquiera. Salti siempre competía con otros insectos, creyendo que ser el mejor lo hacía especial.
—¡Miren esto! —dijo un día mientras daba un gran salto que lo llevó más alto que el girasol más alto. Todos aplaudieron, menos una pequeña hormiga llamada Ana.
—¿Por qué no aplaudes? —preguntó Salti, algo molesto.
—Saltas muy bien, pero… ¿alguna vez has pensado en ayudar a alguien con esos saltos? —respondió Ana.
Salti, confundido, se alejó murmurando. Para él, ser el mejor era suficiente. Pero esa noche, mientras descansaba bajo una hoja, escuchó un llanto suave. Al seguir el sonido, encontró a una mariquita atrapada entre dos ramas.
—¿Puedes ayudarme? —pidió la mariquita, moviendo sus pequeñas alas.
Salti miró alrededor. Las ramas eran altas y solo alguien con su habilidad podría llegar. Sin dudarlo, dio un gran salto y apartó las ramas. La mariquita lo miró agradecida.
—Gracias, Salti. Sin tu ayuda, nunca habría salido.
Al día siguiente, mientras practicaba saltos, escuchó un zumbido desesperado. Era una abeja que había caído en un charco. Sus alas estaban mojadas y no podía volar. Salti se acercó rápidamente y usó una hoja para sacar a la abeja del agua.
—Gracias, Salti. Me salvaste —dijo la abeja, sacudiendo sus alas.
Con cada acto de ayuda, Salti comenzó a notar algo extraño: aunque seguía saltando alto, ahora se sentía aún mejor al usar sus habilidades para ayudar a los demás. Ana, la hormiga, se acercó y le dijo:
—Ahora lo entiendes. No se trata de ser el mejor, sino de usar lo que tienes para hacer del mundo un lugar mejor.
Desde ese día, Salti no solo fue conocido por sus increíbles saltos, sino también por su gran corazón. La pradera estaba llena de vida y desafíos, pero Salti estaba allí para ayudar a quien lo necesitara, saltando más alto no solo por diversión, sino por empatía.
Reflexión:
El Pequeño Saltamontes nos enseña que nuestras habilidades son más valiosas cuando las usamos para ayudar a los demás. La empatía nos conecta y hace del mundo un lugar más cálido y solidario.
⭐ Votos
Valoraciones
No hay reseñas todavía. Sé el primero en escribir una.