El pequeño saltamontes – Cuento Infantil sobre Valores
En un verde y soleado prado, vivía un pequeño saltamontes llamado Simón. Simón era un saltamontes inquieto y juguetón. Le encantaba saltar de flor en flor, jugar a las escondidas entre las hojas y perseguir mariposas bajo el cálido sol.
Un día, mientras Simón saltaba alegremente por el prado, se encontró con una sabia tortuga llamada Doña Tortuga. Doña Tortuga, con su caparazón duro y sus ojos llenos de sabiduría, observaba al pequeño saltamontes con una sonrisa.
Simón, con su voz aguda y llena de entusiasmo, dijo: «Doña Tortuga, ¿por qué te mueves tan despacio? ¡Yo puedo saltar mucho más rápido que tú!»
Doña Tortuga, con su voz tranquila y pausada, respondió: «Es cierto, pequeño saltamontes, eres muy rápido. Pero la rapidez no siempre es lo más importante en la vida. A veces, la paciencia es una virtud que nos permite apreciar la belleza del mundo que nos rodea.»
Simón, confundido, preguntó: «¿Qué quieres decir con eso de apreciar la belleza? Yo solo quiero divertirme y saltar todo el día.»
Doña Tortuga, con una sonrisa paciente, dijo: «La belleza está en las pequeñas cosas, pequeño saltamontes. En el rocío de la mañana, en el canto de los pájaros, en el aroma de las flores. Si te mueves con paciencia, podrás observar y disfrutar de todas estas cosas que la vida te ofrece.»
Simón, intrigado por las palabras de Doña Tortuga, decidió probar a ser un poco más paciente. Se sentó en una hoja y observó con atención el movimiento de las abejas recolectando néctar, la danza de las mariposas en el aire y el vuelo majestuoso de una libélula.
Para su sorpresa, Simón descubrió que Doña Tortuga tenía razón. La paciencia le permitió apreciar la belleza del mundo que le rodeaba de una manera que nunca antes había experimentado. Se sintió más tranquilo y feliz, disfrutando de cada pequeño momento.
Al final del día, Simón se acercó a Doña Tortuga y le dijo: «Gracias, Doña Tortuga. He aprendido que la paciencia es una virtud que me permite disfrutar de la belleza de la vida.»
Doña Tortuga, con una sonrisa de satisfacción, dijo: «Me alegra haberte ayudado, pequeño saltamontes. Recuerda: la paciencia te abrirá las puertas a un mundo lleno de maravillas.»
Moraleja: La paciencia es una virtud que nos permite apreciar la belleza del mundo que nos rodea. Cuando somos pacientes, podemos observar y disfrutar de las pequeñas cosas que hacen que la vida sea tan especial.