El Pez Arcoíris (Versión Corta)
En un arrecife de coral, donde el sol se filtraba creando un juego de luces y colores, vivía un pez llamado Arcoíris. No era un pez cualquiera, sus escamas brillaban con todos los colores del arcoíris, un espectáculo que fascinaba a todos los que lo veían. Sin embargo, a pesar de su belleza, Arcoíris era un pez solitario.
Los demás peces del arrecife lo admiraban, pero también lo envidiaban. Se burlaban de su vanidad y lo excluían de sus juegos. «Es solo un pez presumido», decían, «no tiene nada que ofrecernos».
Arcoíris se entristecía cada vez más. No entendía por qué lo rechazaban. Un día, nadando cabizbajo, se encontró con una vieja tortuga marina llamada Sabia. Ella lo vio triste y le preguntó qué le pasaba.
Arcoíris le contó sus penas. Sabia lo escuchó con atención y luego le dijo: «La verdadera belleza no está en las escamas, sino en el corazón. Comparte tu belleza con los demás, ayúdales y verás cómo la amistad y la felicidad llenarán tu vida».
Las palabras de Sabia tocaron el corazón de Arcoíris. Desde ese día, decidió compartir su don. Cuando vio a un pez pequeño atemorizado por un tiburón, se interpuso entre ellos y lo protegió. Cuando vio a una anguila atrapada en una red, usó su fuerza para liberarla. Y así, cada día, ayudaba a quien lo necesitaba.
Al principio, los demás peces se sorprendían al ver la bondad de Arcoíris. Poco a poco, la admiración se convirtió en respeto y cariño. Los juegos del arrecife se llenaron de alegría y color con la presencia de Arcoíris.
Un día, mientras jugaban a las escondidas, un pez pequeño se quedó atrapado en una cueva. Arcoíris, sin dudarlo, se sumergió en la oscuridad para ayudarlo. Guiado por su corazón bondadoso, encontró al pez y lo llevó a salvo a la luz.
Ese día, todos comprendieron el verdadero valor de Arcoíris. No solo era el pez más hermoso del arrecife, sino también el más valiente y bondadoso. Desde ese momento, lo aceptaron como uno más y lo llenaron de cariño y amistad.
Arcoíris finalmente había encontrado la felicidad. Rodeado de amigos que lo apreciaban por lo que era, su corazón brillaba con la misma intensidad que sus escamas, iluminando el arrecife de coral con un arcoíris de alegría.
Moraleja: La verdadera belleza reside en la bondad del corazón. Compartir nuestros dones y ayudar a los demás nos trae felicidad y amistad verdadera.