El Ratón y el León
Cuento Corto

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Un ratón ayuda a un león en problemas y demuestra que incluso los más pequeños pueden hacer grandes cosas, enseñando el valor de la amistad y la gratitud.

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En una cálida tarde en la selva, un león poderoso descansaba bajo un árbol. Su melena dorada brillaba bajo el sol mientras roncaba profundamente. Cerca de allí, un pequeño ratón, curioso y juguetón, corría entre las raíces.

Sin darse cuenta, el ratón tropezó con la enorme pata del león. El león despertó de inmediato, rugiendo con fuerza.
—¿Quién se atreve a molestarme? —rugió mientras atrapaba al ratón con una de sus grandes garras.
El ratón temblaba de miedo, pero reunió valor para hablar.
—¡Por favor, no me hagas daño! Si me dejas ir, te prometo que un día te devolveré el favor.

El león se echó a reír.
—¿Tú? ¿Un ratón tan pequeño? ¿Cómo podrías ayudar a un león como yo?
Pero algo en la valentía del ratón lo hizo cambiar de opinión. Con un gruñido, lo dejó libre.
—Vete, pequeño. Hoy has tenido suerte.

Días después, mientras el león caminaba orgulloso por la selva, cayó en una trampa. Una red gruesa lo atrapó, y por más que rugió y luchó, no pudo liberarse. Su fuerza no bastaba para romper las cuerdas.

El ratón, que estaba cerca, escuchó los rugidos y corrió hacia el lugar. Al ver al león atrapado, dijo:
—¡No te preocupes, amigo! Yo te ayudaré.
—¿Tú? —preguntó el león, incrédulo.
El ratón comenzó a roer las cuerdas con sus pequeños dientes. Con paciencia y esfuerzo, logró romperlas una a una. En poco tiempo, el león estaba libre.

—¡Lo lograste! —dijo el león, asombrado y agradecido.
—Te lo dije —respondió el ratón con una sonrisa—. Hasta el más pequeño puede ayudar al más grande.

Desde ese día, el león y el ratón se convirtieron en grandes amigos. Ambos aprendieron que el tamaño no define el valor, y que la amistad y la gratitud son más fuertes que cualquier fuerza física.

Y así, la selva fue testigo de la amistad más inesperada pero más sincera entre un ratón y un león.