El Tío Conejo y la Gallina – Cuento Infantil Mexicano
Un clásico cuento de astucia y engaños
En un pequeño pueblo al sur de México, vivía un Tío Conejo conocido por su astucia y su capacidad para salir de cualquier aprieto. Era tramposo, sí, pero también era ingenioso y siempre tenía un plan bajo la manga. Un día, el Tío Conejo se encontró con una gallina clueca que cacareaba sin parar.
La gallina, Doña Pancha, estaba desesperada. Su único huevo estaba a punto de eclosionar y no tenía un lugar seguro para que su polluelo naciera. El Tío Conejo, al verla tan afligida, se le ocurrió una idea.
«Doña Pancha, no se preocupe», dijo el Tío Conejo con su voz suave y convincente. «Yo tengo la solución a su problema.» La gallina lo miró con recelo, pero no tenía otra opción. El Tío Conejo la llevó a su casa, una pequeña madriguera escondida entre las raíces de un árbol frondoso.
«Aquí estará segura», dijo el Tío Conejo mientras le mostraba a Doña Pancha un nido acogedor hecho de paja y hojas secas. La gallina, agradecida, puso su huevo en el nido y se sentó sobre él a esperar. El Tío Conejo, mientras tanto, tenía otros planes.
Al día siguiente, el Tío Conejo se fue a buscar comida. Caminó por el bosque hasta que encontró un huerto lleno de deliciosas frutas y verduras. Sin pensarlo dos veces, el Tío Conejo comenzó a comer con avidez. De pronto, escuchó un ruido detrás de él.
Era Doña Pancha, que lo miraba con ojos furiosos. «¡Tío Conejo!», exclamó la gallina. «¿Qué haces comiendo en mi huerto?». El Tío Conejo, sin inmutarse, le respondió con una sonrisa: «Doña Pancha, no se preocupe. Estoy comiendo para tener fuerzas y cuidar de su polluelo».
Doña Pancha no le creyó ni una palabra. Sabía que el Tío Conejo era un tramposo y que solo buscaba saciar su apetito. Sin embargo, no podía hacer nada para detenerlo. El Tío Conejo era más rápido y más astuto que ella.
Al cabo de unos días, el huevo de Doña Pancha eclosionó. Un polluelo amarillo y peludo salió del cascarón. Doña Pancha estaba radiante de felicidad. El Tío Conejo, por su parte, fingió estar conmovido por la escena.
«Doña Pancha, ahora que su polluelo ha nacido, ya no me necesita», dijo el Tío Conejo con fingida tristeza. «Es hora de que me vaya». Doña Pancha, aún desconfiando del Tío Conejo, le respondió: «Gracias por su ayuda, Tío Conejo. Pero no se vaya todavía. Me gustaría que usted fuera el padrino de mi polluelo».
El Tío Conejo, sorprendido por la propuesta de Doña Pancha, aceptó con gusto. El polluelo fue bautizado con el nombre de Pepito y el Tío Conejo se convirtió en su padrino. A partir de ese día, el Tío Conejo y Doña Pancha se hicieron amigos.
El Tío Conejo, a pesar de su naturaleza tramposa, había aprendido una valiosa lección: la amistad y la confianza son más importantes que cualquier engaño. Y Doña Pancha, a pesar de su desconfianza inicial, había encontrado en el Tío Conejo un amigo leal y protector.
La historia del Tío Conejo y la Gallina nos enseña que la astucia no siempre es la mejor manera de solucionar los problemas. A veces, la amistad, la confianza y la cooperación son más importantes que cualquier engaño. Y que incluso los personajes más tramposos pueden cambiar y aprender a ser mejores amigos.
Y así, el Tío Conejo y Doña Pancha vivieron felices para siempre, junto a su ahijado Pepito, en su pequeña madriguera en el bosque.