«El Yuki-onna» (雪女, Yuki-onna) | Cuentos de Yōkai

El Yuki-onna (雪女, Yuki-onna) Cuentos de Yōkai

En las remotas montañas de Nagano, donde la nieve caía incesante y el frío mordía con saña, vivía un joven leñador llamado Kenji. Era un chico fuerte y valiente, curtido por las duras condiciones del bosque y la soledad de su oficio. Una mañana, mientras Kenji se abría paso entre la espesa nieve hacia su zona de trabajo, se encontró con un espectáculo que le heló la sangre.

En medio de un claro nevado, una figura espectral se erguía con majestuosa quietud. Era una mujer de belleza sobrenatural, con piel tan pálida como la nieve y cabellos negros como la noche que se extendían hasta sus pies. Sus ojos brillaban con un fulgor azul gélido, y su kimono blanco se fundía con la tormenta de nieve que la rodeaba. Kenji, fascinado y aterrorizado a la vez, no pudo evitar acercarse a la misteriosa aparición.

La mujer, a quien solo se le podía ver su rostro y manos, le dirigió una sonrisa tan fría como el hielo. Su voz, melodiosa pero con un toque fantasmal, resonó en el bosque: «Joven leñador, ¿te has perdido en la tormenta?». Kenji, con la voz temblorosa, le explicó que se dirigía a su trabajo y que la ventisca lo había desviado de su camino. La mujer, con una gracia sobrenatural, le ofreció su ayuda para guiarlo de regreso a la aldea.

Kenji, cautivado por su belleza y confundido por la situación, aceptó la ayuda de la Yuki-onna, como se le conoce a este espíritu de la nieve. Caminaron juntos por un sendero cubierto de nieve, mientras la ventisca rugía a su alrededor. La Yuki-onna le contaba historias sobre el bosque y las criaturas que lo habitaban, con una voz que transmitía a la vez paz y una profunda tristeza. Kenji, a pesar del miedo que sentía, se sentía cada vez más atraído por ella.

Al llegar a la aldea, la Yuki-onna se despidió de Kenji con un beso en la frente. El joven leñador, al sentir el frío sobrenatural de sus labios, supo que no era una mujer normal. La vio desvanecerse entre la nieve, dejando solo una estela de perfume a jazmín y un rastro de sus pisadas que se borraban con el viento.

Kenji regresó a la aldea, cambiado para siempre por su encuentro con la Yuki-onna. Su familia y amigos notaron una extraña melancolía en él, como si una parte de su alma se hubiera perdido en la tormenta. A pesar de su belleza y bondad, la Yuki-onna era un ser de otro mundo, y su contacto había dejado una marca indeleble en Kenji.

Con el tiempo, la salud de Kenji comenzó a deteriorarse. Se volvió cada vez más pálido y débil, como si la esencia helada de la Yuki-onna lo estuviera consumiendo. Una noche, mientras contemplaba la luna llena desde su ventana, Kenji murmuró: «Yuki-onna, mi bella y fría diosa, he aquí mi alma para que la lleves contigo». Y con un último suspiro, se extinguió su vida, dejando a la aldea con el misterio de su amor por un espíritu de la nieve.

La historia de Kenji y la Yuki-onna se transmitió de generación en generación en la aldea, como una advertencia sobre los peligros de la belleza y la fascinación por lo desconocido. Los aldeanos aprendieron a respetar el poder de la naturaleza y a temer a las criaturas que habitan en los bosques nevados, donde la Yuki-onna continúa vagando, buscando almas solitarias que se pierdan en la tormenta.