Estoy enojado (Versión Corta)
En un pequeño pueblo costero vivía Tomás, un niño de cabello azabache y ojos color cielo que siempre reía con sus amigos y exploraba la playa con entusiasmo. Sin embargo, un día, la alegría de Tomás se vio empañada por una furia incontrolable. Un enfado repentino se apoderó de él, como una ola gigante que lo arrastró a un mar de emociones negativas.
Tomás no sabía por qué estaba tan enojado. No había tenido ningún problema en la escuela, ni había discutido con sus amigos. Simplemente, una mañana se despertó con un fuego en su interior que lo consumía todo.
Preocupada, su madre, Ana, lo llevó a dar un paseo por la playa, un lugar que siempre llenaba a Tomás de paz y tranquilidad. Caminaron por la arena mojada, escucharon el sonido de las olas rompiendo en la orilla y observaron las gaviotas volar sobre el cielo azul. Sin embargo, la furia de Tomás no se calmaba.
Al llegar a un acantilado rocoso, se encontraron con un viejo lobo marino llamado Ulises. Ulises era un ser sabio y paciente, con ojos que reflejaban la sabiduría del mar. Al ver a Tomás tan enojado, le preguntó con voz grave:
- ¿Qué te enfurece, pequeño Tomás?
Tomás, con la voz temblorosa y el rostro enrojecido, respondió:
- No lo sé, Ulises. Simplemente estoy enojado. Tengo ganas de gritar, de tirar cosas, de romper todo lo que me rodea.
Ulises, con la calma del mar en calma, comprendió que la furia de Tomás era más profunda de lo que aparentaba. Le dijo:
- La ira es una emoción natural, Tomás. A veces llega sin avisar y nos domina como una tormenta marina. Lo importante es no dejar que te destruya por completo.
Ulises le propuso a Tomás un juego mágico. Le dijo que cerrara los ojos y que imaginara el lugar más tranquilo del mundo para él. Tomás cerró los ojos y, en su imaginación, se vio en una isla tropical con aguas cristalinas, palmeras que se mecían con la brisa y un sol radiante. Se sentía calmado, sereno y lleno de paz.
Ulises, con su magia ancestral, convirtió la imaginación de Tomás en realidad. De repente, el acantilado rocoso se transformó en la isla tropical que Tomás había imaginado. Las aguas cristalinas se extendieron ante ellos, las palmeras se mecieron con la brisa y el sol brilló con fuerza.
Tomás, al abrir los ojos y ver el lugar mágico que lo rodeaba, no pudo evitar sentir una profunda paz. La furia comenzó a disiparse, dando paso a una sensación de tranquilidad y bienestar. Ulises le dijo:
- La paz está dentro de ti, Tomás. Solo necesitas abrir tu corazón y dejar que la magia fluya.
Tomás comprendió que la ira era una emoción pasajera y que la verdadera paz se encontraba en su interior. A partir de ese día, cada vez que la furia amenazaba con consumirlo, Tomás recordaba la isla tropical mágica y la lección que Ulises le había enseñado.
La alegría de Tomás volvió a iluminar el pueblo, contagiando a todos con su optimismo y buen humor. Y así, Tomás, el niño que una vez estuvo enojado, aprendió que la magia de la paz reside en el corazón de cada uno.