Hansel y Gretel (Versión Corta)
En un pequeño pueblo al borde de un bosque frondoso, rodeado de verdes colinas y arroyos cristalinos, vivía un humilde leñador llamado Hans con sus dos hijos pequeños, Hansel y Gretel. Hansel, de 10 años, era un niño travieso e ingenioso, con una mente despierta y un gran corazón. Gretel, de 8 años, era una niña dulce y valiente, con una sonrisa radiante y un espíritu indomable.
Un día, la pobreza golpeó la puerta de la pequeña familia. La mala cosecha y la escasez de leña habían menguado sus escasos recursos. Desesperado por alimentar a sus hijos, Hans tomó una decisión desgarradora: abandonarlos en el bosque, con la esperanza de que alguien los encontrara y les brindara una vida mejor.
A la mañana siguiente, con el corazón apesadumbrado, Hans condujo a Hansel y Gretel a lo más profundo del bosque. Dejando un rastro de migas de pan a su paso, les dio un último abrazo y, con lágrimas en los ojos, se marchó.
Hansel y Gretel, perdidos y aterrorizados, vagaron por el bosque durante horas. Las sombras se alargaban y el rugido de las fieras nocturnas comenzaba a escucharse. De repente, entre la niebla y la oscuridad, una luz tenue los guió hacia una casita de ensueño.
La casita no era como ninguna otra. Sus paredes estaban hechas de caramelo, el techo de chocolate, las ventanas de gomitas y la puerta de galleta. Un aroma delicioso a pan recién horneado y frutas confitadas inundaba el aire. Hambrientos y fascinados, Hansel y Gretel no resistieron la tentación y comenzaron a mordisquear las paredes de la casita.
De repente, la puerta se abrió de golpe. Una anciana de rostro amable, con una sonrisa dulce y un bastón de caramelo en la mano, los recibió. Se presentó como la Señora Magdalena y los invitó a entrar, ofreciéndoles una cena caliente y un lugar para descansar.
La Señora Magdalena les sirvió una deliciosa sopa de verduras, pan recién horneado y un pastel de frutas tan dulce como la miel. Exhaustos por la larga caminata, Hansel y Gretel comieron con avidez y luego se dirigieron a una habitación con dos camas mullidas, donde se durmieron profundamente.
Sin embargo, la Señora Magdalena no era quien aparentaba ser. En realidad, era una bruja malvada que había construido la casita de caramelo para atraer a niños y atraparlos. Su plan era encerrar a Hansel en una jaula y cocinar a Gretel en su horno para obtener un elixir de eterna juventud.
Al despertar, Hansel se encontró atrapado en la jaula. La bruja, con una sonrisa cruel, se preparaba para cocinar a Gretel. Pero Gretel, ingeniosa y valiente, ideó un plan. Utilizó el bastón de caramelo de la bruja para abrir la puerta del horno y, con un empujón, la bruja cayó dentro, quemándose con las llamas.
Liberados del malvado hechizo, Hansel y Gretel exploraron la casita y encontraron un tesoro escondido en el sótano. Monedas de oro, diamantes brillantes y piedras preciosas se acumulaban en baúles de madera. Tomaron solo lo necesario para asegurar su futuro y emprendieron el regreso a casa.
Siguiendo el rastro de migas de pan que Hansel había dejado a lo largo del camino, lograron salir del bosque y llegar a su aldea. La alegría del reencuentro con su padre fue indescriptible. Hans, arrepentido de su acto, los abrazó con lágrimas de felicidad y juró nunca más abandonarlos.
Hansel y Gretel, con el tesoro de la bruja, vivieron felices para siempre. Compraron una casa grande para su familia, ayudaron a los más necesitados y nunca olvidaron la aventura en el bosque encantado, donde una casita de caramelo y una bruja malvada les enseñaron el verdadero significado del amor, la valentía y la esperanza.