«Issun-bōshi» (一寸法師, Issun-bōshi) Cuento Clásico Japones
En un pequeño pueblo costero vivía una pareja de ancianos, Kiyo y Oharu, que anhelaban un hijo. Un día, mientras rezaban fervientemente al dios del mar, una tortuga dorada emergió de las olas con un regalo: una pequeña semilla. Kiyo la plantó con cuidado y, al cabo de unos días, brotó una flor gigante. En su interior, acurrucado como un capullo, se encontraba un niño diminuto, no más alto que un pulgar.
El pequeño, al que llamaron Issun-Bōshi, era vivaz e inteligente. A pesar de su tamaño, tenía un gran corazón y un espíritu indomable. Un día, decidió embarcarse en una aventura hacia la gran ciudad para encontrar fortuna y fama. Se despidió de sus padres con lágrimas en los ojos y, subiéndose a la cabeza de una aguja, emprendió su viaje.
En la ciudad, Issun-Bōshi se encontró con un samurái que, impresionado por su coraje y determinación, lo contrató como sirviente. A pesar de su diminuta figura, Issun-Bōshi era un trabajador incansable y siempre estaba dispuesto a ayudar. Un día, el samurái fue invitado a una fiesta en la casa de un rico comerciante. Issun-Bōshi, ansioso por conocer la vida social de la ciudad, le rogó que lo llevara consigo.
El samurái accedió y, para que Issun-Bōshi no se perdiera entre la multitud, lo escondió dentro de una manga de su kimono. En la fiesta, Issun-Bōshi se maravilló con la música, los bailes y las deliciosas comidas. Sin embargo, de pronto, un enorme ogro irrumpió en la sala, rugiendo y aterrorizando a los invitados.
El ogro, conocido por su apetito voraz, exigió que le trajeran la mejor comida y bebida del lugar. El samurái, junto con los demás invitados, se encontraba aterrorizado y no sabía qué hacer. De repente, Issun-Bōshi, con su voz aguda y firme, se dirigió al ogro:
«¡Detente, monstruo! No tienes derecho a atemorizar a estas personas. ¡Yo te enfrentaré!»
El ogro, al ver a un ser tan pequeño desafiarlo, estalló en carcajadas. Sin embargo, Issun-Bōshi era astuto y valiente. Cogió una aguja que había traído consigo y, con un ágil movimiento, la clavó en la nariz del ogro. El ogro, aterrorizado por el dolor y la humillación, huyó del lugar sin mirar atrás.
Los invitados, maravillados por la valentía de Issun-Bōshi, lo celebraron como un héroe. El samurái, profundamente agradecido, le ofreció un puesto de honor en su casa. Issun-Bōshi, con su sabiduría y astucia, se convirtió en un consejero invaluable para el samurái y en un protector de la ciudad.
A pesar de su pequeño tamaño, Issun-Bōshi demostró que el valor y la inteligencia no se miden en centímetros. Su historia se transmitió de generación en generación, inspirando a niños y niñas a nunca rendirse y a luchar por sus sueños, sin importar las dificultades que se presenten en el camino.