Izanagi e Izanami La danza celestial | 伊邪諾尊と伊邪冉尊

La danza celestial de Izanagi e Izanami - mito y leyenda japones

En el principio de los tiempos, cuando el cielo y la tierra aún no se habían separado, solo existía un mar infinito y brumoso. De este mar primordial emergieron dos deidades: Izanagi, dios del cielo y la vida, e Izanami, diosa de la tierra y la muerte. Ambos eran hermanos, pero también esposos, destinados a crear el mundo tal como lo conocemos.

Un día, Izanagi e Izanami recibieron una lanza celestial de los dioses primordiales. Empuñando la lanza, se dirigieron al Puente Flotante del Cielo, un lugar elevado entre el cielo y la tierra. Desde allí, sumergieron la lanza en el mar turbulento y la agitaron de un lado a otro.

Al retirar la lanza, una gota de agua salada se formó en la punta. La gota se expandió y se solidificó, convirtiéndose en la primera isla, Onogoro-shima.

Izanagi e Izanami descendieron a la isla recién formada. Llenos de alegría por su creación, erigieron un pilar celestial y, rodeándolo, celebraron un ritual de unión. Izanagi caminaba en sentido contrario a las agujas del reloj, mientras que Izanami lo hacía en sentido horario. Al encontrarse, se saludaron con reverencia y exclamaron:

Izanagi: «¡Qué hermosa mujer has creado!»

Izanami: «¡Qué apuesto hombre has creado!»

Su unión dio vida a ocho hermosas islas, las cuales formaron el archipiélago de Japón.

Luego, Izanami dio a luz a una gran cantidad de dioses, cada uno con un dominio específico: el dios del mar, el dios del viento, la diosa del fuego, el dios de las montañas, y muchos más.

Sin embargo, la felicidad no duraría para siempre. Un día, Izanami dio a luz al dios del fuego, Kagutsuchi. El fuego era tan intenso que quemó gravemente a Izanami, causándole un dolor insoportable.

Llena de agonía, Izanami descendió al Yomi, el inframundo, el reino de los muertos. Izanagi, desconsolado por la pérdida de su amada esposa, decidió ir a buscarla.

El viaje al Yomi era peligroso y oscuro. Izanagi, con una antorcha en mano, recorrió el lúgubre inframundo en busca de Izanami. Finalmente, la encontró en una cueva, pálida y demacrada.

Izanagi: «¡Izanami, mi amada! He venido a rescatarte y llevarte de vuelta al mundo de los vivos.»

Izanami: «Es demasiado tarde, Izanagi. He comido del的食物 del Yomi y ya no puedo regresar.»

Izanagi: «¡No digas eso! No puedo vivir sin ti.»

Izanagi suplicó a Izanami que lo acompañara, pero ella se negó. Le dijo que ya no le pertenecía al mundo de los vivos y que su destino era permanecer en el Yomi.

Lleno de tristeza y rabia, Izanagi abandonó el Yomi. Para evitar que Izanami lo siguiera, selló la entrada con una enorme roca.

Al regresar al mundo de los vivos, Izanagi se purificó en un río. De las gotas de agua que caían de su cuerpo, nacieron nuevos dioses: Tsukuyomi, la diosa de la luna, y Amaterasu, la diosa del sol.

Amaterasu, con su radiante luz, iluminó el mundo y dio vida a todo lo que existe. Desde entonces, ella reina en el cielo, mientras que Tsukuyomi gobierna la noche.

La historia de Izanagi e Izanami es una leyenda que explica la creación del mundo y la dualidad de la vida y la muerte. Es un relato lleno de amor, pérdida, esperanza y redención, que ha fascinado al pueblo japonés durante generaciones.