La casa embrujada – Cuento Infantil de miedo

La casa embrujada - Cuento Infantil de miedo

En la cima de la colina que dominaba el pueblo, se encontraba una casa antigua y destartalada. Sus ventanas tapiadas, su puerta mohosa y la hiedra que trepaba por sus paredes le daban un aspecto lúgubre y tenebroso. La casa era conocida por todos como «la casa embrujada».

Los niños del pueblo se atrevían a entrar solo de día, en grupos grandes y siempre con el corazón palpitando de miedo. Susurros y leyendas escalofriantes circulaban sobre la casa: se decía que era el hogar de fantasmas que vagaban por las noches, lamentándose y buscando almas a las que aterrorizar.

Un grupo de amigos, liderados por Tomás, un chico aventurero y algo temerario, decidió pasar la noche en la casa embrujada. Querían demostrar que no tenían miedo y descubrir si los rumores eran ciertos.

Al caer la tarde, con linternas en mano y el estómago lleno de mariposas, los niños se adentraron en la casa. El aire frío y húmedo les envolvía mientras avanzaban por los pasillos polvorientos, iluminando con sus linternas las telarañas que colgaban del techo.

Cada crujido de la madera, cada sombra que se movía en la oscuridad, les helaba la sangre. De repente, un ruido aterrador resonó en la casa: un aullido gutural que parecía provenir de las profundidades. Los niños se miraron, el terror reflejado en sus ojos.

Ana, la más pequeña del grupo, comenzó a llorar, suplicando que se fueran. Tomás, intentando mantener la calma, la tranquilizó y les dijo que debían seguir adelante.

Llegaron a una habitación grande y vacía, con muebles cubiertos de sábanas blancas y un retrato de una mujer de mirada triste colgado en la pared. De pronto, las sábanas se movieron y una ráfaga de aire frío recorrió la habitación. Los niños se apiñaron, aterrados, mientras una sombra espectral se movía por la pared.

Un grito ahogado escapó de la garganta de Tomás. Una figura alta y pálida, con ojos que brillaban en la oscuridad, se materializó frente a ellos. Los niños corrieron hacia la salida, tropezando y empujándose unos a otros en su desesperación por escapar.

Al salir de la casa, respiraron con dificultad, empapados en sudor y temblando de miedo. Nunca más volvieron a la casa embrujada. El terror que vivieron esa noche quedó grabado en sus memorias para siempre.

La casa embrujada de la colina sigue en pie, vigilando el pueblo desde su posición solitaria. Su secreto, si es que lo tiene, sigue oculto entre sus paredes. Los niños del pueblo aún se estremecen al escuchar su nombre, y nadie se atreve a entrar en ella después de lo que sucedió aquella noche.