«La Leyenda de los 47 Ronin» (四十七人の伝説, Shijūshichinin no Densetsu)
En la brumosa aldea de Ako, donde las flores de cerezo danzaban al viento primaveral, habitaban 47 samuráis, guerreros de corazón noble y espíritu indomable. Liderados por el honorable Lord Asano, un hombre de sabiduría y bondad, protegían su tierra con valentía y justicia.
Un día, un emisario del Shogun, el poderoso líder de Japón, llegó a Ako con una orden: Lord Asano debía viajar a la capital imperial para participar en un torneo de artes marciales. Los samuráis se prepararon con entusiasmo, ansiosos por demostrar su destreza y defender el honor de su aldea.
Al llegar a la capital, la magnificencia del palacio imperial los dejó sin aliento. Sin embargo, pronto se dieron cuenta de que la atmósfera era tensa. Un Lord rival, Kira, conocido por su crueldad y ambición, conspiraba para eliminar a Lord Asano y tomar su lugar.
Durante el torneo, Kira urdió un plan para provocar a Lord Asano. Con insultos y burlas, lo incitó a la ira. Cegado por la furia, Lord Asano desenvainó su espada en el sagrado recinto del palacio, un acto de grave ofensa que solo podía ser castigado con la muerte.
Condenado al seppuku, el ritual suicidio samurái, Lord Asano se despidió de sus leales guerreros con un mensaje: «Vengan mi muerte y restauren el honor de nuestro clan». Los 47 samuráis, ahora ronin, guerreros sin señor, se llenaron de dolor y rabia. Juntos, juraron vengar a su líder y cumplir su última voluntad.
Oishi Kuranosuke, el samurái más sabio y experimentado, se convirtió en su líder. Bajo su guía, los ronin idearon un plan de venganza. Durante dos largos años, se dispersaron por el país, disfrazándose de artistas, comerciantes y campesinos. En secreto, entrenaban con ahínco, perfeccionando sus habilidades de combate y reuniendo información sobre la mansión de Kira.
En una fría noche de invierno, bajo la luz de la luna menguante, los 47 ronin se reunieron en Ako. Ataviados con sus armaduras y blandiendo sus katanas, se dirigieron a la mansión de Kira como una ola de acero.
Los guardias no fueron rival para la furia y la precisión de los ronin. Uno a uno, cayeron bajo sus espadas hasta llegar al mismísimo Kira, quien, aterrorizado, suplicaba por su vida. Oishi, con mirada serena pero firme, le ofreció la oportunidad de realizar el seppuku, un último acto de honor antes de la muerte.
Kira, cobarde hasta el final, se rehusó. Oishi, sin dudarlo, ejecutó el corte final, vengando la muerte de su señor y restaurando el honor de los 47 ronin.
La noticia de su hazaña se extendió por todo Japón, convirtiéndolos en leyenda. Los 47 ronin fueron venerados como héroes, ejemplos de lealtad, sacrificio y justicia. Su historia se transmitió de generación en generación, inspirando a los japoneses con el valor y la determinación del espíritu samurái.
En la aldea de Ako, un monumento se alza en su memoria. Los cerezos florecen cada primavera, como un recordatorio del sacrificio de estos guerreros y la leyenda que los inmortalizó.