La parábola del fariseo y el publicano – Cuento Cristiano Corto
En un pequeño pueblo de Judea, vivían dos hombres muy diferentes: un fariseo llamado Simón y un publicano llamado Zaqueo.
Simón era un hombre religioso que cumplía con todos los mandamientos de la ley judía. Ayunaba dos veces por semana, daba el diezmo de todo lo que ganaba y oraba constantemente. Se consideraba a sí mismo un hombre justo y superior a los demás.
Zaqueo, por otro lado, era un publicano, un recaudador de impuestos para los romanos. Los publicanos eran odiados por el pueblo judío porque cobraban impuestos abusivos y se enriquecían a costa de los demás. Zaqueo era un hombre rico, pero también era un pecador que no se preocupaba por la religión.
Un día, Jesús llegó al pueblo y la gente se reunió para escucharlo. Entre la multitud estaban Simón y Zaqueo.
Simón se colocó en un lugar prominente, cerca de Jesús, para que todos lo vieran. Oró en voz alta, agradeciendo a Dios por no ser como los demás hombres, especialmente como los publicanos. “Yo ayuno dos veces por semana, doy el diezmo de todo lo que gano y no soy como este publicano”, dijo con arrogancia.
Zaqueo, en cambio, se quedó al fondo de la multitud, sin atreverse a mirar a Jesús. Se sentía avergonzado de sus pecados y no se consideraba digno de estar cerca de un hombre tan santo como Jesús. Se golpeó el pecho con tristeza y susurró: “Dios, sé propicio a mí, pecador”.
Jesús escuchó las oraciones de ambos hombres. Aunque Simón era un hombre religioso, su oración estaba llena de orgullo y arrogancia. En cambio, Zaqueo, a pesar de ser un pecador, se humilló y pidió perdón con sinceridad.
Jesús miró a Zaqueo y le dijo: “Zaqueo, baja enseguida, porque hoy es necesario que yo me hospede en tu casa”. Zaqueo se sintió sorprendido y feliz. Bajó del árbol y recibió a Jesús en su casa con alegría.
Los fariseos que presenciaron esto se indignaron. “¿Cómo puede Jesús comer con un pecador?”, murmuraban entre ellos.
Jesús les respondió: “Yo no he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento”.
Zaqueo, al escuchar las palabras de Jesús, se sintió profundamente conmovido. Se dio cuenta de que Dios lo amaba a pesar de sus pecados. Arrepentido, decidió cambiar su vida y ser un hombre justo.
Moraleja:
La parábola del fariseo y el publicano nos enseña que Dios no se fija en las apariencias ni en las obras de justicia, sino en la humildad y el arrepentimiento del corazón. Dios ama a todos los pecadores y quiere perdonarlos si se arrepienten sinceramente.
Reflexión:
¿Te pareces más a Simón o a Zaqueo? ¿Eres una persona humilde que reconoce sus errores y pide perdón a Dios?
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