La Princesa Inteligente – Cuento Corto
Érase una vez, en un reino muy lejano, una princesa llamada Elena, que era muy inteligente y curiosa. Le gustaba leer libros, aprender cosas nuevas y resolver problemas. Su padre, el rey, estaba muy orgulloso de ella y quería que fuera feliz.
Un día, el rey le dijo a Elena que había llegado el momento de casarse y que había elegido a tres príncipes de otros reinos para que fueran sus pretendientes. Elena no estaba muy contenta con la idea, pues ella prefería seguir estudiando y explorando el mundo. Pero el rey le dijo que era su deber como princesa y que debía elegir a uno de los tres príncipes.
Los tres príncipes eran muy diferentes entre sí. El primero se llamaba Arturo y era muy valiente y fuerte. Le gustaba cazar, luchar y presumir de sus hazañas. El segundo se llamaba Bruno y era muy rico y elegante. Le gustaba comprar, vestir y lucir sus joyas. El tercero se llamaba Carlos y era muy tímido y dulce. Le gustaba tocar, cantar y componer canciones.
Elena no sabía a quién elegir, pues ninguno de los tres le atraía mucho. Así que se le ocurrió una idea. Les dijo a los príncipes que les pondría una prueba a cada uno y que el que la superara sería su esposo.
A Arturo le dijo que debía cazar al dragón más feroz del bosque y traerle su cabeza como trofeo. A Bruno le dijo que debía comprar el regalo más caro y hermoso que pudiera encontrar y ofrecérselo como muestra de su amor. A Carlos le dijo que debía componer la canción más bella y emotiva que pudiera imaginar y cantársela al oído.
Los tres príncipes aceptaron el reto y se fueron a cumplir sus misiones. Elena esperó pacientemente en el castillo, pensando que así se libraría de ellos.
Pero al cabo de unos días, los tres príncipes volvieron con sus respectivos resultados. Arturo llegó con la cabeza de un dragón enorme y sangriento, que hizo temblar a todos los que la vieron. Bruno llegó con un collar de diamantes y rubíes, que hizo brillar a todos los que lo admiraron. Carlos llegó con una guitarra y una partitura, que hizo sonreír a todos los que la escucharon.
Elena se quedó sorprendida y no supo qué hacer. Los tres príncipes habían superado la prueba y ahora debía elegir a uno de ellos. Pero ninguno de los tres le convencía. Arturo era muy violento y arrogante. Bruno era muy superficial y vanidoso. Carlos era muy dulce y simpático, pero no tenía nada en común con ella.
Entonces, Elena tuvo otra idea. Les dijo a los príncipes que había una última prueba que debían pasar y que el que la resolviera sería su esposo. Les dijo que debían adivinar el acertijo que ella les iba a plantear y que solo tenían una oportunidad para responder.
Los tres príncipes aceptaron el desafío y se prepararon para escuchar el acertijo. Elena les dijo:
- Escuchad bien, pues este es el acertijo que decidirá vuestro destino. ¿Qué es lo que tiene cuatro patas por la mañana, dos patas al mediodía y tres patas por la noche?
Los tres príncipes se quedaron pensativos y confundidos. No entendían qué quería decir Elena con esas palabras. Arturo fue el primero en responder. Dijo:
- Es un león. Por la mañana tiene cuatro patas cuando camina, al mediodía tiene dos patas cuando se levanta y por la noche tiene tres patas cuando se apoya en su cola.
Elena negó con la cabeza y dijo:
- No, esa no es la respuesta correcta. Lo siento, Arturo, pero has perdido tu oportunidad.
Bruno fue el siguiente en responder. Dijo:
- Es un reloj. Por la mañana tiene cuatro patas cuando marca las cuatro, al mediodía tiene dos patas cuando marca las doce y por la noche tiene tres patas cuando marca las nueve.
Elena volvió a negar con la cabeza y dijo:
- No, esa tampoco es la respuesta correcta. Lo siento, Bruno, pero has perdido tu oportunidad.
Carlos fue el último en responder. Dijo:
- Es un hombre. Por la mañana tiene cuatro patas cuando es un bebé y gatea, al mediodía tiene dos patas cuando es un adulto y camina y por la noche tiene tres patas cuando es un anciano y usa un bastón.
Elena asintió con la cabeza y dijo:
- Sí, esa es la respuesta correcta. Felicidades, Carlos, has resuelto el acertijo y has ganado el derecho de ser mi esposo.
Los otros dos príncipes se quedaron boquiabiertos y enfadados. No podían creer que Carlos hubiera acertado el acertijo y que Elena lo hubiera elegido a él. Se marcharon del castillo, maldiciendo y protestando.
Carlos se acercó a Elena y le dijo:
- Gracias, Elena, por elegirme a mí. Estoy muy feliz de ser tu esposo. Pero dime, ¿por qué me pusiste ese acertijo? ¿Qué querías saber con él?
Elena le sonrió y le dijo:
- Quería saber si eras inteligente y culto. Quería saber si conocías la famosa respuesta que dio Edipo al acertijo de la Esfinge en la mitología griega. Quería saber si compartías mi pasión por los libros, el conocimiento y los problemas. Y quería saber si eras humilde y sincero.
Carlos le devolvió la sonrisa y le dijo:
- Pues sí, soy todo eso y más. Y me encanta que tú también lo seas. Creo que tenemos mucho en común y que podemos ser muy felices juntos.
Elena y Carlos se abrazaron y se besaron. Luego se casaron y vivieron felices para siempre. Y así termina el cuento de la princesa inteligente.
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