La Princesa y el Sapo – Cuento Infantil Corto

La Princesa y el Sapo - Cuento Infantil Corto

Érase una vez una princesa muy hermosa y caprichosa, que vivía en un gran castillo con su padre, el rey. La princesa tenía muchos juguetes y vestidos, pero lo que más le gustaba era una bola de oro que le había regalado su madre antes de morir. La princesa solía jugar con la bola en el jardín, lanzándola al aire y atrapándola con sus manos.

Un día, mientras jugaba, la bola se le escapó de las manos y cayó al estanque que había en el jardín. La princesa corrió a buscarla, pero el estanque era muy profundo y no podía ver el fondo. La princesa se puso a llorar amargamente, pensando que había perdido su tesoro más preciado.

De pronto, oyó una voz que le dijo:

  • ¿Por qué lloras, princesa?

La princesa se sorprendió al ver que la voz venía de un sapo verde y feo que asomaba su cabeza por el agua.

  • He perdido mi bola de oro en el estanque y no puedo recuperarla – sollozó la princesa.
  • No te preocupes, yo puedo ayudarte – dijo el sapo -. Pero a cambio, tendrás que prometerme algo.
  • Lo que quieras, sapo – dijo la princesa, dispuesta a todo con tal de recuperar su bola.
  • Si yo te devuelvo tu bola, tendrás que ser mi amiga, dejarme comer de tu plato, beber de tu vaso y dormir en tu cama – dijo el sapo.

La princesa pensó que el sapo estaba loco y que nunca cumpliría esa promesa, así que aceptó sin dudar.

  • Está bien, sapo, te lo prometo – dijo la princesa.

El sapo se sumergió en el estanque y al poco rato volvió con la bola de oro en su boca. Se la entregó a la princesa, que se puso muy contenta y se la llevó corriendo al castillo, olvidándose por completo del sapo y de su promesa.

El sapo se quedó triste y solo en el estanque, esperando a que la princesa volviera a jugar con él.

Al día siguiente, cuando la princesa estaba sentada a la mesa con su padre, el rey, y los cortesanos, oyó un ruido en la puerta.

  • ¡Plop, plop, plop!

Era el sapo, que había saltado desde el estanque hasta el castillo, siguiendo el rastro de la bola de oro.

  • Abre la puerta, princesa – dijo el sapo -. Recuerda lo que me prometiste.

La princesa se asustó al ver al sapo y le dijo a su padre que había un sapo horrible que quería entrar.

  • ¿Qué quieres de mi hija, sapo? – preguntó el rey.
  • Ayer le devolví su bola de oro que se le había caído al estanque, y ella me prometió que sería mi amiga, que me dejaría comer de su plato, beber de su vaso y dormir en su cama – dijo el sapo.

El rey se enfadó con la princesa por haber hecho una promesa tan absurda, y le dijo que tenía que cumplirla, pues era una cuestión de honor.

  • Una promesa es una promesa, hija mía – dijo el rey -. Debes dejar entrar al sapo y tratarlo como a un amigo.

La princesa, muy a su pesar, abrió la puerta y dejó entrar al sapo. El sapo se sentó junto a ella en la mesa y comió de su plato y bebió de su vaso, mientras la princesa hacía gestos de asco. Luego, el sapo le dijo que quería dormir en su cama.

  • No, eso no, por favor – rogó la princesa.
  • Una promesa es una promesa, hija mía – repitió el rey -. Debes llevar al sapo a tu habitación y dejarlo dormir en tu cama.

La princesa, llorando, cogió al sapo con dos dedos y lo llevó a su habitación. Lo dejó en una esquina de la cama y se acostó lo más lejos posible de él. El sapo se acercó a ella y le dijo:

  • Buenas noches, princesa. Dame un beso de buenas noches.
  • No, eso no, por favor – suplicó la princesa.
  • Una promesa es una promesa, princesa – insistió el sapo -. Si me das un beso, quizás me convierta en un príncipe.

La princesa pensó que el sapo estaba bromeando, pero decidió darle un beso para que la dejara en paz. Al besar al sapo, sintió un destello de luz y vio que el sapo se transformaba en un joven príncipe, muy guapo y elegante.

  • ¿Qué ha pasado? – preguntó la princesa, sorprendida.
  • Soy un príncipe que fue hechizado por una bruja malvada, que me convirtió en sapo y me dijo que solo volvería a mi forma humana si una princesa me besaba – explicó el príncipe -. Tú has roto el hechizo con tu beso, y por eso te estoy muy agradecido. ¿Quieres casarte conmigo y ser mi esposa?

La princesa se enamoró del príncipe al instante y aceptó su propuesta. Al día siguiente, se celebró una gran boda en el castillo, y todos los invitados se alegraron de ver a la feliz pareja. La princesa y el príncipe vivieron felices y comieron perdices, y la bola de oro fue el símbolo de su amor.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

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