La reina de las nieves – Cuento Corto

La reina de las nieves - Cuento Corto

Érase una vez, en un lejano reino, una reina muy hermosa pero también muy cruel. Su nombre era Elsa, y tenía el poder de crear y controlar el hielo y la nieve. Elsa vivía en un gran palacio de cristal, rodeado de un bosque helado, donde nadie se atrevía a entrar. Elsa se sentía sola y amargada, pues no tenía amigos ni familiares que la quisieran. Solo se divertía haciendo nevar sobre el reino, causando frío y desgracia a sus súbditos.

Un día, mientras Elsa paseaba por su bosque, vio a dos niños que jugaban con un trineo. Eran Kai y Gerda, dos hermanos que se querían mucho y que vivían en una pequeña cabaña cerca del bosque. Elsa sintió envidia y curiosidad por los niños, y decidió acercarse a ellos. Les habló con dulzura y les ofreció llevarlos a su palacio, donde podrían jugar con la nieve todo lo que quisieran. Kai y Gerda, inocentes y confiados, aceptaron la invitación de la reina, y subieron al trineo con ella.

Elsa condujo el trineo a toda velocidad por el bosque, hasta llegar a su palacio. Allí, les mostró sus maravillas: salones llenos de esculturas de hielo, fuentes que lanzaban agua congelada, y un gran jardín cubierto de copos de nieve. Kai y Gerda se quedaron asombrados, y empezaron a jugar con alegría. Elsa los observaba con una sonrisa maliciosa, y pensó en un plan para separarlos. Sabía que el amor era lo único que podía derretir su corazón de hielo, y no quería que nadie lo sintiera.

Elsa se acercó a Kai, y le dijo que tenía un regalo para él. Le entregó un espejo mágico, que tenía el poder de mostrar lo peor de cada persona. Elsa le dijo a Kai que se mirara en el espejo, y que viera lo feo y malo que era. Kai, sin sospechar nada, hizo lo que la reina le dijo, y se quedó horrorizado al ver su reflejo. El espejo le mostró una cara deforme y sucia, unos ojos vacíos y malvados, y una boca llena de dientes podridos. Kai sintió un escalofrío, y se soltó el espejo de las manos. El espejo se rompió en mil pedazos, y uno de ellos se clavó en el ojo de Kai, haciendo que se le llenara de lágrimas.

Elsa se rió con malicia, y le dijo a Kai que ya no podía ver la belleza ni el amor, que solo podía ver la fealdad y el odio. Le dijo que se olvidara de su hermana, que era una niña tonta y aburrida, y que se quedara con ella, que era una reina poderosa y divertida. Kai, confundido y asustado, se dejó llevar por las palabras de la reina, y se olvidó de Gerda. Elsa lo abrazó, y lo llevó a su habitación, donde lo encerró con una llave de hielo.

Gerda, que había estado jugando en el jardín, se dio cuenta de que su hermano había desaparecido. Buscó por todo el palacio, pero no lo encontró. Entonces, vio a Elsa, que salía de su habitación con una sonrisa triunfante. Gerda le preguntó por Kai, y Elsa le dijo que se había ido con ella, y que no volvería nunca. Gerda se puso a llorar, y le rogó a la reina que le devolviera a su hermano. Elsa se burló de ella, y le dijo que se fuera de su palacio, que no la quería ver más. Gerda, desesperada, salió corriendo del palacio, y se adentró en el bosque.

Gerda no se dio por vencida, y decidió buscar a su hermano por todo el mundo. Se enfrentó a muchos peligros y dificultades, pero también encontró a muchos amigos que la ayudaron. Conoció a un cuervo parlante, que le contó que Kai estaba en el palacio de la reina de las nieves. Conoció a una anciana bondadosa, que le dio un abrigo y una bufanda para protegerse del frío. Conoció a un reno valiente, que la llevó a través de las montañas y los ríos. Conoció a una princesa generosa, que le prestó un trineo y un caballo para viajar más rápido. Conoció a un ángel luminoso, que le dio una rosa roja, símbolo del amor.

Gerda llegó al palacio de la reina de las nieves, y entró sin miedo. Buscó a su hermano por todas partes, hasta que lo encontró en la habitación donde Elsa lo había encerrado. Kai estaba sentado en una silla, mirando por la ventana, con una expresión triste y vacía. Gerda se acercó a él, y le llamó por su nombre. Kai no la reconoció, y le dijo que se fuera, que no lo molestara. Gerda se echó a llorar, y le abrazó con fuerza. Le dijo que lo quería mucho, y que había venido a salvarlo. Le dijo que no le hiciera caso a la reina, que era una bruja malvada, y que le había engañado con el espejo mágico. Le dijo que él era bueno y hermoso, y que ella era su hermana.

Las lágrimas de Gerda cayeron sobre el ojo de Kai, y el trozo de espejo se desprendió. Kai sintió un alivio, y volvió a ver con claridad. Reconoció a Gerda, y se alegró mucho de verla. Le pidió perdón por haberla olvidado, y le dijo que también la quería mucho. Los dos hermanos se abrazaron con emoción, y sintieron que el amor les calentaba el corazón.

Elsa, que había sentido que algo había cambiado en su palacio, entró en la habitación, furiosa. Vio a Kai y a Gerda, y se enfureció más. Les gritó que se separaran, que no podían estar juntos. Les lanzó un rayo de hielo, que iba a congelarlos para siempre. Pero el rayo se desvió, y dio en el techo, que se derrumbó sobre la reina. Elsa quedó sepultada bajo los escombros, y su corazón de hielo se rompió en mil pedazos.

Kai y Gerda, que habían escapado por poco, salieron del palacio, y se montaron en el trineo que les había prestado la princesa. El caballo tiró del trineo, y los llevó de vuelta a su casa. Por el camino, vieron que la nieve se derretía, y que las flores y los pájaros volvían a la vida. El reino entero celebró la caída de la reina de las nieves, y la llegada de la primavera. Kai y Gerda fueron recibidos con alegría por sus vecinos, que les habían echado de menos. Los dos hermanos entraron en su cabaña, y se abrazaron a su abuela, que los esperaba con una tarta de manzana. Kai y Gerda se sintieron felices, y agradecieron al cielo por haberlos reunido. Y vivieron juntos y contentos, hasta el fin de sus días.

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