Las ranas que querían ser reinas – Fábula Infantil Tradicional
En un estanque cristalino, rodeado de juncos y flores silvestres, vivía una comunidad de ranas felices y juguetonas. Un día, mientras croaban al ritmo del sol, escucharon un rumor fascinante: en un reino lejano, una rana había sido coronada reina.
Las ranas del estanque se quedaron boquiabiertas. La idea de tener una reina rana les cautivó. Imaginaban un reino próspero, donde las ranas vivirían en paz y armonía, sin la amenaza de garzas hambrientas o culebras sigilosas.
Enseguida, las ranas comenzaron a discutir quién sería la reina ideal. Algunas ranas se jactaban de su belleza, otras de su fuerza y otras de su sabiduría. La disputa se intensificó, creando discordia y rencores entre las amigas.
De repente, una rana anciana y sabia llamada Cloe, croó con voz firme: «Queridas ranas, la verdadera reina no se define por su belleza, fuerza o sabiduría, sino por su bondad y su capacidad para unir a la comunidad.»
Las ranas, en silencio, reflexionaron sobre las palabras de Cloe. Comprendieron que la búsqueda de una reina externa solo había traído discordia. La verdadera reina debía surgir de entre ellas, alguien que las guiara con amor y comprensión.
Inspiradas por las palabras de Cloe, las ranas propusieron un nuevo plan. Organizarían un concurso de bondad, donde cada rana demostraría su capacidad para ayudar a los demás. La ganadora sería coronada reina, no por la fuerza o la belleza, sino por su corazón noble.
Durante las siguientes semanas, las ranas se dedicaron a realizar buenas acciones. Ayudaban a las ranas más pequeñas a encontrar comida, cuidaban de los renacuajos y resolvían las disputas con diálogo y comprensión. El estanque se llenó de alegría y colaboración.
Al final del concurso, no hubo una única ganadora. Todas las ranas habían demostrado su bondad y su compromiso con la comunidad. En lugar de una reina, las ranas decidieron crear un consejo de ranas sabias, donde cada una aportaría su talento y su experiencia para el bien común.
Las ranas del estanque vivieron felices y en armonía durante muchos años. Aprendieron que la verdadera realeza no reside en títulos o coronas, sino en la bondad, la colaboración y el amor por la comunidad.
Moraleja: No busques la grandeza en lugares lejanos, ni en títulos o coronas. La verdadera grandeza reside en tu corazón, en tu capacidad para amar, ayudar y construir un mundo mejor para todos.