«Tsukuyomi no Mikoto» 月読命 | El dios de la luna

Tsukuyomi no Mikoto El dios de la luna traviesa Leyendas y Mitos japoneses

En el cielo infinito, donde las estrellas titilan y las nubes danzan, vivía un dios muy especial: Tsukuyomi no Mikoto, el dios de la luna. Nacido del ojo derecho de Izanagi, el dios creador, Tsukuyomi era un ser enigmático y fascinante.

A diferencia de su hermana Amaterasu, la diosa del sol radiante, Tsukuyomi prefería la oscuridad y la tranquilidad. Su reino era la noche, un lienzo negro que él pintaba con la luz plateada de la luna.

Cada noche, Tsukuyomi ascendía al cielo en su carro celestial, guiado por un buey blanco. Desde su posición en lo alto, observaba el mundo con sus ojos penetrantes, velando por el sueño de los mortales y guiando a los viajeros nocturnos.

Un dios travieso

A pesar de su seriedad, Tsukuyomi tenía un lado travieso. Le encantaba jugar con la oscuridad, creando sombras danzantes y escondiendo objetos bajo la luz tenue de la luna. A veces, incluso se disfrazaba de humano y visitaba las aldeas para divertirse con los mortales.

En una ocasión, Tsukuyomi se disfrazó de anciano y se dirigió a una aldea donde se celebraba un gran festival. Se mezcló entre los aldeanos, disfrutando de la música, la comida y las risas.

De repente, Tsukuyomi ideó una travesura. Con un hechizo, hizo que todas las luces del festival se apagaran, dejando a los aldeanos en completa oscuridad.

Al principio, los aldeanos se asustaron. Algunos gritaban, otros tropezaban y caían al suelo. Pero luego, Tsukuyomi comenzó a cantar una canción con una voz melodiosa. La canción era tan hermosa que calmó a los aldeanos y los llenó de una不思議な sensación de paz.

Mientras cantaba, Tsukuyomi hizo que miles de luciérnagas aparecieran en la noche. Las luciérnagas, con sus luces tenues, iluminaron la aldea creando un ambiente mágico. Los aldeanos, maravillados por la belleza del espectáculo, olvidaron su miedo y comenzaron a bailar y cantar junto a Tsukuyomi.

La travesura de Tsukuyomi se convirtió en una de las noches más memorables para los aldeanos. Desde ese día, cada vez que la luna brillaba en el cielo, recordaban la canción del dios travieso y la magia que había traído a su aldea.

El protector de la noche

A pesar de sus travesuras, Tsukuyomi era un dios protector. Su luz plateada guiaba a los barcos en alta mar, iluminaba el camino de los viajeros nocturnos y protegía a los niños mientras dormían.

Las noches de luna llena, Tsukuyomi sonreía al ver la tierra bañada por su luz. Sabía que su presencia brindaba tranquilidad a los mortales y les recordaba la belleza de la oscuridad.

Tsukuyomi no Mikoto, el dios de la luna traviesa, es un personaje importante en la mitología japonesa. Su historia nos enseña que la oscuridad no tiene por qué ser temida, y que la noche puede ser un espacio mágico lleno de posibilidades.