Las aventuras de Tom Sawyer
Cuento Largo
«Mark Twain»

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Disfruta del cuento largo de Las aventuras de Tom Sawyer, novela de Mark Twain, en su versión online.

En el tranquilo pueblo de San Petersburgo, Tom Sawyer y su amigo Huckleberry Finn descubren secretos oscuros y tesoros ocultos que los llevan a enfrentarse a un misterioso peligro.

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Las aventuras de Tom Sawyer

En el apacible pueblo de San Petersburgo, Missouri, vivía Tom Sawyer, un chico de unos doce años de sonrisa traviesa y espíritu indomable. Huérfano de padres, Tom vivía con su tía Polly, una mujer estricta pero amorosa, que siempre trataba de enseñarle buenos modales a pesar de que Tom encontraba una y mil maneras de evadir sus lecciones. La vida en el pueblo era tranquila, llena de días soleados y actividades rutinarias, pero para Tom, cada rincón de San Petersburgo escondía una aventura esperando ser descubierta.

Tom no estaba solo en sus andanzas; su mejor amigo era Huckleberry Finn, un chico huérfano que vivía al margen de las normas sociales del pueblo. Huck, como lo llamaban, era conocido como el «chico rebelde» de San Petersburgo: no iba a la escuela, vagabundeaba a sus anchas y siempre llevaba una pipa de mazorca de maíz. Aunque a muchos padres les horrorizaba la amistad entre Tom y Huck, Tom admiraba la libertad con la que Huck vivía y no quería dejar de pasar el tiempo con él.

Una noche, Tom estaba paseando junto al río cuando vio una silueta familiar bajo la luz de la luna: era Huck. Con un brillo en sus ojos, Huck le contó sobre un misterioso rumor que circulaba en el pueblo.

—Tom, dicen que esta noche alguien va a ir al cementerio. Van a buscar… algo prohibido —le susurró Huck con emoción y misterio.

La idea le fascinó a Tom, y en un instante supo que debía ir a investigar. Así que, al caer la noche, los dos amigos se escabulleron hacia el cementerio. Entre las sombras de los árboles y el silencio absoluto del lugar, la emoción los envolvió mientras se escondían detrás de una lápida, observando con ojos curiosos y algo temerosos.

Poco después, unas figuras oscuras comenzaron a moverse entre la niebla del cementerio. Para sorpresa de Tom y Huck, reconocieron a Joe el Indio, un hombre de temible reputación en el pueblo. Su piel curtida y su expresión dura lo convertían en alguien a quien nadie quería enfrentar. Con el corazón latiendo a toda velocidad, los chicos observaron cómo Joe empezaba a cavar en una tumba, murmurando palabras que parecían un hechizo secreto.

—¿Qué estará buscando? —susurró Huck, con un leve temblor en su voz.

De repente, Joe hizo algo tan espantoso que Tom y Huck tuvieron que taparse la boca para no gritar. Sin atreverse a moverse, permanecieron inmóviles mientras el hombre continuaba con su ritual oscuro. Cuando finalmente se marchó, los dos amigos huyeron del cementerio, prometiéndose que jamás contarían lo que habían visto allí. Aquella noche, el miedo y el peligro se convirtieron en sus nuevos compañeros.

A la mañana siguiente, Tom intentó retomar su vida normal, yendo a la escuela y cumpliendo con sus tareas, pero el recuerdo de Joe el Indio no lo dejaba en paz. Cada vez que pensaba en el misterioso ritual de Joe, su curiosidad aumentaba. Decidido, convenció a Huck de que debían investigar más, y juntos comenzaron a buscar información sobre una antigua leyenda que decía que un tesoro estaba escondido en una cueva al otro lado del río.

Días después, Tom y Huck estaban listos. Armados con linternas, cuerdas y toda su valentía, cruzaron el río y encontraron la entrada a la cueva. Era un lugar oscuro y misterioso, con pasadizos que parecían perderse en la profundidad. Mientras avanzaban, el eco de sus pasos resonaba en las paredes, y las sombras proyectadas por sus linternas les hacían estremecer.

Avanzaron durante horas, girando en cada recodo, hasta que finalmente, al fondo de un pasadizo, distinguieron una figura cuadrada cubierta de polvo y telarañas. Era un cofre. Sus ojos brillaron con emoción; habían encontrado el tesoro. Pero cuando intentaron abrirlo, escucharon el eco de unos pasos en la distancia. Al mirar atrás, distinguieron una sombra en movimiento. Era Joe el Indio, y estaba entrando en la cueva.

—Tom, ¡nos ha encontrado! —murmuró Huck, sin poder ocultar su miedo.

Tom no dudó un segundo. Con agilidad, apagó la linterna y susurró a su amigo:

—Nos escondemos hasta que se marche. No podemos dejar que se lleve el tesoro.

Contuvieron la respiración mientras los pasos de Joe resonaban cada vez más cerca. El sonido retumbaba en sus corazones como un tambor en la noche. Joe caminaba lentamente, inspeccionando el lugar con ojos fríos y calculadores. Los chicos permanecieron inmóviles en la oscuridad, cada sonido incrementando el temor en sus corazones, hasta que finalmente, los pasos se alejaron.

Aprovechando la oportunidad, tomaron el cofre y escaparon de la cueva, con el corazón latiendo a toda velocidad. Al llegar al pueblo, decidieron entregar el cofre y contar a las autoridades lo que habían visto en el cementerio. La policía, sorprendida y agradecida por su coraje, tomó el testimonio de Tom y Huck y, gracias a su valentía, lograron capturar a Joe el Indio.

Tom y Huck se convirtieron en héroes locales, admirados por todos en el pueblo. Pero para ellos, aquella aventura era mucho más que un acto de valentía. Habían comprendido que, aunque la emoción de la aventura es algo que les atraía, la verdadera grandeza estaba en enfrentar sus temores y protegerse mutuamente.

Desde aquel día, cada vez que Tom y Huck miraban al río, sentían que nuevas aventuras los esperaban en el horizonte. La amistad que los unía era su mayor tesoro, y sabían que juntos podrían superar cualquier desafío que la vida les presentara.

Moraleja: La valentía no significa no sentir miedo, sino hacer lo correcto, incluso cuando el peligro está cerca.

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