La Gran Culebra (Leyenda Kariña)
Leyenda Corta
En tiempos antiguos, cuando el pueblo Kariña vivía en la oscuridad y el frío, dos valientes héroes, Aka y Warime, emprendieron una peligrosa misión para traer el fuego a su gente.
Esta es su historia de valentía, ingenio y transformación.
La Leyenda de la Gran Culebra
En los tiempos antiguos, cuando la selva era joven y el pueblo Kariña vivía en armonía con la naturaleza, existía una gigantesca serpiente conocida como La Gran Culebra. Esta poderosa criatura habitaba en las profundidades de los ríos y lagunas, vigilando el equilibrio de la selva. Su cuerpo, cubierto de escamas doradas, reflejaba el sol y la luna, y su presencia era respetada y temida.
La Gran Culebra protegía la selva, pero también castigaba a quienes rompían sus reglas. Si alguien cazaba más animales de los necesarios o ensuciaba los ríos sagrados, ella emergía de las aguas y desataba lluvias torrenciales, inundaciones y tormentas que arrasaban con todo a su paso.
Un día, un grupo de cazadores desobedeció las advertencias de los ancianos y mató animales de manera desmedida, además de contaminar el río con desperdicios. La Gran Culebra, enfurecida, emergió de las profundidades y provocó una gran inundación que destruyó cosechas, viviendas y hasta el bosque. El pueblo Kariña, desesperado, no sabía cómo calmar la furia de la serpiente.
Fue entonces cuando Amaru, una niña conocida por su bondad y pureza, decidió actuar. Con valentía, llevó ofrendas de frutos, flores y agua pura al río, acercándose al lugar donde la serpiente había aparecido. Amaru cantó una antigua melodía aprendida de los ancianos, implorando perdón y prometiendo que su pueblo cambiaría sus maneras y volvería a respetar la naturaleza.
La Gran Culebra, conmovida por las palabras sinceras de la niña, cesó la tormenta y regresó a las profundidades del río. Desde entonces, el pueblo Kariña aprendió a vivir en equilibrio con la selva, recordando siempre que la naturaleza no solo da vida, sino que también merece cuidado y respeto.
La Gran Culebra se convirtió en un símbolo de justicia y equilibrio, recordándoles que la fuerza de la naturaleza debe ser respetada, y que el perdón y el cambio siempre son posibles.
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