Cuento Corto de Barbanegra
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Barbanegra, el «Terror de los Mares», se aventura en busca del Tesoro de las Sombras, enfrentando peligros y una maldición legendaria para obtener el mayor botín.
Barbanegra: El terror de los mares
En lo profundo del océano, en una noche sin luna, el crujir de La Venganza de la Reina Ana resonaba en las aguas oscuras. A bordo, el temido capitán Barbanegra, con su barba entrelazada con mechas encendidas y sus ojos de fuego, se preparaba para una nueva aventura.
Había escuchado de un tesoro mítico, el Tesoro de las Sombras, escondido en la misteriosa Isla de las Sombras, un lugar cubierto de niebla tan espesa que ni el sol lograba atravesarla. La leyenda decía que nadie volvía de allí sin pagar un alto precio.
—¡Escuchen, grumetes! —tronó Barbanegra—. Vamos a la Isla de las Sombras. Quienes sobrevivan serán ricos más allá de sus sueños.
La tripulación, asustada pero emocionada, partió al amanecer, envueltos en una niebla inquietante. Navegaron durante días hasta que una noche, al ver una espiral de sombras en el mar, supieron que habían llegado. Sin dudarlo, Barbanegra ordenó avanzar, guiando a sus hombres hacia una cueva oscura en la isla.
Antes de entrar, un susurro en el viento los detuvo:
—Si tomas el tesoro, perderás lo más preciado.
—¡Bah! —exclamó Barbanegra—. ¡Nadie puede asustarme!
Dentro de la cueva encontraron el cofre, rodeado de esqueletos. Barbanegra levantó la tapa y, al tocar las monedas, la cueva comenzó a temblar y sombras oscuras tomaron forma. Una figura siniestra apareció, diciendo:
—El precio del Tesoro de las Sombras es el alma de quien lo tome.
La tripulación miró aterrada a su capitán. Pero Barbanegra, comprendiendo el peligro, tomó una decisión:
—Vámonos, grumetes. No hay tesoro que valga nuestra libertad.
Retrocedieron, dejando el tesoro maldito. La isla desapareció en la niebla, y en el barco solo se oía un respetuoso silencio. Desde aquel día, la leyenda de Barbanegra creció: se decía que había enfrentado la oscuridad y vencido, no con su fuerza, sino con su astucia y su deseo de libertad.
Moraleja: A veces, el mayor tesoro es la libertad y el coraje de saber cuándo es mejor dejar algo atrás. La verdadera riqueza está en vivir sin miedo ni ataduras.
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