El dedo gordo peludo
Cuento Corto

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En el desván de una vieja casa, Carla encontró una extraña caja olvidada. Lo que no sabía era que su curiosidad la llevaría a descubrir al inquietante Dedo Gordo Peludo, una criatura tan peculiar como espeluznante.

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Una tarde lluviosa, Carla exploraba el desván polvoriento de su abuela. Entre muebles viejos y cajas olvidadas, encontró una pequeña caja de madera con inscripciones desgastadas. Intrigada, la abrió y descubrió una criatura que parecía un dedo gordo, redondo, con un ojo único y dientes afilados. Estaba cubierto de un pelaje oscuro y suave.

La criatura parpadeó y emitió un gruñido bajo.
—¡Por fin alguien me despierta! —dijo con una voz grave pero chillona.

Carla, asustada pero curiosa, preguntó:
—¿Qué… qué eres?
—Soy el Dedo Gordo Peludo, y he estado aquí mucho tiempo esperando algo delicioso para morder.

Antes de que Carla pudiera cerrar la caja, el dedo saltó al suelo y comenzó a moverse rápidamente por la habitación, buscando algo para comer.
—¡Tienes que alimentarme! —gritó, mientras mordía un pedazo de madera. Sus dientes afilados trituraban todo lo que encontraba.

Carla intentó atraparlo, pero el dedo era sorprendentemente ágil. Finalmente, recordó que en el desván había un viejo zapato olvidado.
—¿Esto te sirve? —preguntó, sosteniendo el zapato frente a la criatura.

El Dedo Gordo Peludo dejó de moverse y, con un salto, se abalanzó sobre el zapato. Comenzó a morderlo con entusiasmo, devorándolo por completo.
—Delicioso —dijo satisfecho, antes de volver a la caja por su propia voluntad—. Si me alimentas de vez en cuando, no te molestaré… pero no me dejes pasar hambre.

Carla cerró la caja con cuidado y la escondió en un rincón del desván. Desde entonces, cada cierto tiempo, le dejaba un viejo zapato o un pedazo de tela vieja para mantenerlo tranquilo. Aunque sabía que el Dedo Gordo Peludo estaba bajo control, nunca dejó de sentirse vigilada cada vez que subía al desván.