El fantasma goloso – Cuento Infantil de miedo
En el corazón del pueblo, escondida entre callejuelas empedradas y casas antiguas, se encontraba la panadería «El Horno Mágico». Un lugar que guardaba un secreto delicioso: el fantasma goloso.
Se decía que el fantasma era el espíritu de un antiguo panadero, un hombrecillo bonachón con un apetito insaciable por el pan. Tras su muerte, su espíritu quedó atrapado en la panadería, vagando por las noches en busca de algo dulce que saciara su hambre eterna.
Los niños del pueblo conocían la leyenda y, con una mezcla de miedo y fascinación, le dejaban ofrendas al fantasma: galletas crujientes, caramelos de colores y pasteles esponjosos. A la mañana siguiente, las ofrendas habían desaparecido, dejando solo un rastro de harina y migas de pan como prueba de la visita del fantasma goloso.
Pablo, un niño de ojos vivaces y sonrisa contagiosa, era un apasionado de la cocina. Su abuela le había enseñado a preparar deliciosos pasteles y tartas, y Pablo soñaba con convertirse en un gran pastelero. Un día, escuchó la historia del fantasma goloso y una idea irresistible nació en su mente.
«¡Le prepararé al fantasma un pastel que nunca olvidará!», exclamó Pablo con entusiasmo.
Esa misma tarde, Pablo se puso manos a la obra. Reunió los ingredientes más frescos, mezcló la harina con cariño y horneó un pastel de chocolate con un aroma celestial. Cuando el pastel estuvo listo, Pablo lo dejó en la puerta de la panadería con una tarjeta que decía: «Para el fantasma goloso, con cariño.»
A la mañana siguiente, Pablo corrió hacia la panadería con el corazón palpitante. El pastel había desaparecido. En su lugar, encontró una nota escrita en una letra temblorosa y cursiva: «Querido Pablo, tu pastel era tan delicioso que mi apetito se ha saciado por fin. Gracias por tu generosidad y por compartir tu talento conmigo. Como muestra de mi agradecimiento, te dejo la receta de mi pan favorito. ¡Disfrútala!«
Al pie de la nota, Pablo encontró la receta del «pan mágico», un pan legendario por su sabor y aroma únicos. Pablo no cabía en sí de gozo. No solo había hecho feliz al fantasma goloso, sino que también había recibido un regalo invaluable.
A partir de ese día, Pablo y el fantasma goloso se convirtieron en grandes amigos. Pablo visitaba la panadería con frecuencia para compartir sus nuevas creaciones con el fantasma, quien siempre le daba consejos y sugerencias. Juntos, convirtieron la panadería «El Horno Mágico» en un lugar aún más especial, donde el aroma a pan recién horneado se mezclaba con la alegría y la amistad.
La historia de Pablo y el fantasma goloso se transmitió de generación en generación. Un recordatorio de que la bondad y la generosidad siempre son recompensadas, incluso por los seres más inesperados. Y, sobre todo, un homenaje al poder de la amistad, capaz de unir a dos mundos tan diferentes como el de los vivos y el de los muertos.