El jardín de los calcetines perdidos – Cuento Infantil de miedo
En el fondo del jardín de Lucía, junto a un viejo rosal marchito, había una puerta de madera ajada y oxidada que nadie se atrevía a abrir. La maleza la rodeaba como si quisiera ocultarla, y un aura de misterio la envolvía. Los mayores del pueblo murmuraban que esa puerta conducía al «jardín de los calcetines perdidos», un lugar tenebroso donde iban a parar todos los calcetines que misteriosamente desaparecían de la lavadora.
Lucía, una niña de pelo castaño y ojos color avellana, siempre había sentido una extraña fascinación por la puerta prohibida. A menudo se quedaba mirándola fijamente, imaginando qué secretos se esconderían detrás de ella. Un día, la curiosidad pudo más que el miedo y decidió abrirla.
Al girar el pomo, un chirrido espeluznante recorrió el jardín. La puerta se abrió lentamente, revelando un paisaje tan peculiar como inesperado. Miles de calcetines de todos los colores, tamaños y formas se extendían por un terreno irregular, algunos colgando de las ramas de árboles secos, otros formando montañas multicolores y algunos, incluso, bailando en el aire como si tuvieran vida propia.
Lucía se adentró en el jardín con cautela. Al principio, los calcetines la observaban con recelo, algunos incluso gruñían o se encogían de miedo. Pero poco a poco, la niña se fue ganando su confianza. Les habló con amabilidad, les preguntó por sus historias y les prometió ayudarlos a encontrar a sus pares.
Con la ayuda de Lucía, el jardín se llenó de alegría. Los calcetines que antes estaban tristes y solitarios, ahora se sentían felices y completos al reunirse con sus compañeros. La risa y el canto reemplazaron el silencio y la melancolía.
Desde ese día, la puerta del jardín de los calcetines perdidos ya no daba miedo. Lucía la visitaba con frecuencia para jugar con sus nuevos amigos y ayudarlos a encontrar su camino de vuelta a casa. En el pueblo, la historia de la niña valiente se convirtió en una leyenda. Un símbolo de esperanza para todos aquellos que habían perdido un calcetín y una lección de que la amistad y la bondad pueden vencer cualquier obstáculo.
El jardín de los calcetines perdidos ya no era un lugar de misterio y terror, sino un espacio de alegría y unión. Un recordatorio de que incluso en las cosas más pequeñas podemos encontrar la felicidad y la magia.
Y así, la historia de la niña y el jardín de los calcetines perdidos se transmitió de generación en generación, enseñando a los niños a valorar la amistad, la cooperación y el cuidado de las cosas, incluso de las más pequeñas.