El misterio del perro fantasma
Cuento Corto

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En el pequeño y silencioso pueblo de Ravenswood, las noches estaban llenas de rumores sobre un perro fantasma que rondaba la abandonada panadería local. Intrigada por los extraños ladridos y las luces misteriosas, Lena decidió investigar, sin saber que desentrañaría una historia llena de lealtad y nostalgia.

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Era una noche fría y silenciosa en el pequeño pueblo de Ravenswood, donde las historias de fantasmas eran más comunes que las noticias del periódico. En esta ocasión, todos hablaban del perro fantasma, una criatura espectral que supuestamente aparecía en la antigua panadería del pueblo, ahora abandonada. Algunos decían que se escuchaban ladridos en las noches y otros afirmaban haber visto sus ojos brillantes en la oscuridad.

Lena, una joven curiosa y amante de los enigmas, decidió investigar. Su perro Max, un fiel golden retriever, la acompañó. La panadería era un lugar sombrío, con ventanas rotas y el aroma de harina rancia todavía impregnado en el aire. Lena se armó con una linterna y entró sigilosamente.

Dentro, todo parecía tranquilo, aunque el ambiente era inquietante. De repente, un ladrido profundo resonó desde la parte trasera. Max, inquieto, se adelantó, pero algo lo detuvo. Lena enfocó la linterna y vio unas huellas húmedas que se dirigían hacia el horno antiguo.

—Esto no tiene sentido —susurró, mientras seguía las marcas.

Al llegar al horno, Max comenzó a ladrar con fuerza, pero no había nada visible. Sin embargo, Lena notó una pequeña rejilla que parecía moverse. Cuando la abrió, descubrió un pasadizo que llevaba al sótano. Con un poco de nerviosismo, bajó las escaleras. Allí encontró algo que la dejó sin palabras: un viejo cuaderno y una manta con un nombre bordado: Buddy.

El cuaderno relataba la historia del panadero que había trabajado allí hace años. Según los relatos, Buddy era su perro, que había desaparecido misteriosamente una noche durante un incendio en la panadería. Los vecinos siempre creyeron que el espíritu del perro había regresado para proteger el lugar.

De repente, un ladrido fuerte resonó, y Lena vio una figura borrosa y luminosa. Era un perro, pero no parecía agresivo. En lugar de eso, el espíritu se acercó y se sentó junto a la manta. Max, tranquilo, movió la cola como si lo entendiera. Lena comprendió que Buddy no quería hacer daño, solo proteger los recuerdos de su dueño.

Lena salió del sótano con una mezcla de alivio y asombro. Decidió dejar el cuaderno y la manta en el lugar, como un homenaje al fiel compañero que seguía cuidando de su hogar.

Al día siguiente, los ladridos cesaron, y Ravenswood volvió a su calma habitual. Aunque nadie más vio al perro fantasma, Lena sabía que Buddy había encontrado la paz.