5 Centímetros por Segundo | 5センチメートル每秒, Byōsoku 5 Senchimētoru
En un pequeño pueblo costero de Japón, vivía una niña llamada Akari con su abuela. Akari era una niña curiosa y aventurera, con una imaginación tan grande como el mar que se extendía frente a su casa. Un día, mientras exploraba la playa, encontró una botella de cristal que contenía un mensaje:
«Hola, soy Takaki. Vivo en una ciudad muy lejana. Si encuentras esta botella, significa que nuestros corazones están conectados por el destino.»
Akari se sintió intrigada por el mensaje y decidió responder a Takaki. Escribió una carta contándole sobre su vida en el pueblo, sus sueños y su fascinación por el mar. Con la ayuda de su abuela, envió la carta en la misma botella que la había encontrado.
Semanas después, Akari recibió una respuesta de Takaki. En su carta, él le contaba sobre su vida en la ciudad, sus amigos, su pasión por la astronomía y su sueño de ser astronauta. A partir de ese momento, Akari y Takaki comenzaron a escribirse con regularidad.
A través de sus cartas, compartieron sus alegrías, tristezas, sueños y secretos. Se convertían en confidentes, amigos inseparables a pesar de la distancia que los separaba.
Un día, Takaki le contó a Akari que su familia se mudaría a otra ciudad aún más lejana. Akari se sintió triste por la noticia, pero a la vez, comprendía que la vida los estaba llevando por caminos diferentes.
Antes de mudarse, Takaki le prometió a Akari que algún día se volverían a encontrar. Se despidieron en la playa, bajo la luz de la luna, con un fuerte abrazo y la esperanza de que su amistad perdurara a pesar del tiempo y la distancia.
Los años pasaron y Akari y Takaki siguieron escribiendose. Sus cartas se llenaban de historias sobre sus nuevos amigos, sus experiencias en la escuela y sus sueños para el futuro. Aunque no podían verse en persona, su amistad se fortalecía con cada palabra que escribían.
Un día, Akari recibió una carta de Takaki que era diferente a las demás. En ella, le contaba que había sido elegido para ser parte de una misión espacial a Marte. Akari se sintió emocionada por su amigo, pero también llena de incertidumbre. Sabía que si Takaki viajaba a Marte, la distancia que los separaba sería aún mayor.
El día del lanzamiento del cohete espacial, Akari se encontraba en la playa, mirando al cielo con lágrimas en los ojos. En ese momento, un cometa cruzó el cielo nocturno, dejando una estela luminosa que le recordó la promesa que le había hecho a Takaki: «Algún día nos volveremos a encontrar«.
Años más tarde, Akari se convirtió en una reconocida bióloga marina. Estudiaba las ballenas jorobadas, que migraban miles de kilómetros cada año. Un día, mientras observaba a las ballenas desde un barco, vio una figura familiar en la costa. Era Takaki, que había regresado a la Tierra después de su viaje espacial.
Se encontraron en la playa, bajo el mismo cielo donde se habían despedido tantos años atrás. Se abrazaron con fuerza, con la alegría de un reencuentro después de una larga travesía. Hablaron durante horas, recordando los viejos tiempos y compartiendo sus experiencias. Se dieron cuenta de que, a pesar de los años y la distancia, su amistad era tan fuerte como el primer día.
Akari le contó a Takaki sobre su trabajo con las ballenas jorobadas y cómo había aprendido que, a pesar de las distancias que recorrían, siempre regresaban a su hogar. Takaki le dijo que en el espacio había aprendido que el universo era un lugar enorme, pero que nada era tan grande como el amor y la amistad.
Al final del día, bajo la luz del atardecer, Akari y Takaki caminaron por la playa, recogiendo conchas y hablando de sus sueños para el futuro. Sabían que la vida los seguiría llevando por caminos diferentes, pero también sabían que su amistad sería un lazo eterno que los uniría por siempre.