«El Kappa» (河童, Kappa) | Cuento de Yōkai
En las aldeas escondidas entre las montañas de Japón, donde el agua cristalina brotaba de los manantiales y se deslizaba por los ríos, habitaba una criatura legendaria que infundía terror en los corazones de los niños: el Kappa.
El Kappa era un ser mitad hombre y mitad tortuga. Su piel verdosa brillaba bajo la luz del sol, y su caparazón duro le protegía de las piedras del río. Sus manos y pies palmeados le convertían en un nadador excepcional, y su afilada boca era capaz de devorar peces con un solo movimiento.
Pero lo que más atemorizaba a los niños era el cuenco en la parte superior de su cabeza. Este cuenco estaba siempre lleno de agua, y se decía que si el agua se derramaba, el Kappa perdería su fuerza y moriría.
Los Kappas habitaban en ríos y estanques, y se les consideraba guardianes del agua. Aunque podían ser benevolentes, también eran conocidos por su naturaleza traviesa y su apetito voraz.
Se decía que los Kappas acechaban a los niños que se bañaban solos en los ríos. Los atraían con juegos y cantos, y luego los arrastraban bajo el agua para ahogarlos. También se les acusaba de robar cosechas, secuestrar a mujeres y causar todo tipo de desgracias.
Un día, un niño llamado Kenji se encontraba jugando cerca del río. Era un niño valiente y aventurero, y no le importaban las historias sobre los Kappas.
De repente, Kenji vio una hermosa pelota roja flotando en el agua. La pelota se movía hacia él, como si lo invitara a jugar. Kenji no pudo resistir la tentación y se metió en el río para alcanzarla.
Al agarrar la pelota, Kenji sintió una mano fría y áspera que lo sujetaba por el tobillo. Un Kappa enorme había emergido del agua y lo tenía atrapado.
Kenji gritó con todas sus fuerzas, pero nadie podía oírlo. Estaba solo, a merced de la criatura del agua.
El Kappa lo miró con sus ojos saltones y le dijo con una voz ronca: «Si quieres vivir, tráeme un pepino fresco de tu huerto.»
Kenji, aterrorizado, asintió con la cabeza. El Kappa lo soltó y se sumergió en el río, llevándose la pelota roja consigo.
Kenji corrió a casa y le contó a su madre lo que había sucedido. Su madre, preocupada, le dio un pepino fresco y le dijo que lo llevara al río como ofrenda al Kappa.
Kenji regresó al río y dejó el pepino en la orilla. Esperó con el corazón palpitante, y al cabo de unos minutos, el Kappa emergió del agua.
El Kappa tomó el pepino con satisfacción y le dijo a Kenji: «Has cumplido tu palabra. Ahora, vete y no vuelvas a este río solo.»
Kenji se alejó rápidamente, jurando no volver a acercarse al río nunca más. A partir de ese día, todos los niños de la aldea aprendieron la lección de Kenji: nunca jugar solos en el río, porque el Kappa siempre estaba al acecho.
Pero la historia del Kappa no termina aquí. A pesar de su naturaleza traviesa y peligrosa, los Kappas también podían ser benevolentes. Se decía que podían ayudar a los pescadores a encontrar peces, curar enfermedades e incluso enseñar a los niños a nadar.
En algunas aldeas, incluso se construían santuarios en honor a los Kappas. En estos santuarios, se les ofrecían ofrendas de comida y sake para mantenerlos contentos y evitar su ira.
El Kappa es una criatura compleja y fascinante que ha formado parte del folclore japonés durante siglos. Es un símbolo del poder del agua, de la naturaleza y de los peligros que acechan en lo desconocido.
La historia del Kappa nos enseña a respetar la naturaleza y a ser precavidos cuando nos encontramos cerca del agua. También nos recuerda que incluso las criaturas más temibles pueden tener un lado bueno.