El perro del hortelano – Cuento Infantil Clásico

El perro del hortelano - Cuento Infantil Clásico tradicional

En un pequeño pueblo rodeado de verdes prados y campos de flores, vivía un labrador llamado Anselmo. Era un hombre trabajador y honesto, que se dedicaba en cuerpo y alma a cuidar de sus tierras y animales. Entre ellos, destacaba un perro llamado Bruno, un labrador negro de mirada inteligente y pelaje lustroso. Bruno era el fiel compañero de Anselmo, lo acompañaba a todas partes y le ayudaba en las tareas del campo.

Un día, mientras Anselmo araba la tierra, Bruno corrió hacia él ladrando con entusiasmo. Al seguirlo, el labrador se encontró con una hermosa liebre que había quedado atrapada en una trampa. La liebre, con sus grandes ojos llenos de miedo, suplicaba por su vida. Anselmo, conmovido por la mirada del animal, decidió liberarla.

Bruno, al ver que Anselmo no solo no le había quitado la liebre, sino que la había liberado, se sintió confundido. El perro era un cazador nato, y su instinto le decía que debía perseguir y atrapar a la presa. Sin embargo, también sentía una profunda admiración por Anselmo y un gran afecto por la liebre.

Esa noche, Bruno no pudo dormir. Su mente estaba llena de preguntas. ¿Por qué Anselmo había liberado a la liebre? ¿Era mejor cazar y comer a la presa, o era mejor dejarla vivir? Bruno no encontraba respuesta a sus preguntas.

Al día siguiente, Anselmo y Bruno se encontraban en el campo cuando, de repente, un halcón descendió del cielo y atrapó a una pequeña perdiz. Bruno, al ver lo que ocurría, corrió hacia el halcón ladrando con ferocidad. El halcón, asustado por el perro, soltó a la perdiz y huyó.

Anselmo, sorprendido por la actitud de Bruno, le dijo:

“Bruno, ¿por qué has salvado a la perdiz? Tú eres un perro cazador, tu instinto te dice que debes atraparla y comerla.”

Bruno, con la mirada fija en la perdiz que ahora se alejaba volando, respondió:

“Sí, señor, es cierto. Pero he aprendido que no todo en la vida se trata de cazar y comer. He visto en tus ojos la compasión por la liebre y he sentido en mi corazón la alegría de la perdiz al ser libre. Y ahora entiendo que es mejor compartir la vida que arrebatarla.”

Anselmo, conmovido por las palabras de Bruno, lo abrazó con fuerza y le dijo:

“Bruno, eres un perro sabio y bondadoso. Has aprendido una gran lección que muchos humanos aún no comprenden. La verdadera riqueza de la vida está en compartir, en ayudar y en respetar a todos los seres vivos.”

Desde ese día, Bruno y Anselmo se convirtieron en los mejores defensores de los animales del pueblo. Enseñaban a los demás la importancia de la compasión y el respeto por la naturaleza. Y así, Bruno, el perro del hortelano, se convirtió en un símbolo de bondad y sabiduría para todos los que lo conocieron.