El Ratoncito Pérez y el Hada de los Dientes

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En un pequeño pueblo, Tomás perdió su primer diente y emocionado, lo colocó bajo su almohada esperando al Ratón Pérez. Esa noche, ocurrió algo mágico: el Ratón Pérez y el Hada de los Dientes se encontraron por primera vez.

Juntos, le dejaron a Tomás no solo un regalo, sino una lección sobre la bondad y los deseos del corazón.

LEER CUENTO CORTO

El Ratoncito Pérez y el Hada de los Dientes

En un pequeño pueblo de calles empedradas y casas con techos de tejas rojas, vivía un niño llamado Tomás. Era un niño aventurero y travieso, con una sonrisa que iluminaba incluso los días más grises. Una noche, mientras soñaba con piratas y tesoros escondidos, sintió un leve cosquilleo en su boca. Al despertar, descubrió que uno de sus dientes, el más grande y fuerte, se había caído.

Emocionado, Tomás colocó su diente debajo de la almohada, esperando la visita del famoso Ratón Pérez. Se quedó dormido con una sonrisa enorme, soñando con monedas de oro y aventuras mágicas. A medianoche, cuando la luna brillaba en lo alto, el Ratón Pérez, un pequeño roedor con chaleco azul y sombrero de paja, entró sigilosamente por la ventana.

El Ratón Pérez buscaba el diente bajo la almohada cuando, de pronto, una luz suave iluminó la habitación. Frente a él apareció una criatura mágica con alas de mariposa y un vestido de seda verde esmeralda: era el Hada de los Dientes. Ambos se miraron con sorpresa y alegría, pues era la primera vez que se encontraban. Descubrieron que compartían la misma misión: llevar alegría a los niños que perdían sus dientes.

Esa noche, decidieron trabajar juntos. El Ratón Pérez dejó una moneda de oro junto al diente, mientras que el Hada de los Dientes dejó un pequeño amuleto mágico y una carta escrita con tinta brillante.

Al despertar, Tomás encontró la moneda, el amuleto y la carta. La carta decía:
«Felicidades por tu primer diente perdido. Este amuleto mágico te concederá un deseo, pero recuerda que los deseos más importantes nacen del corazón.»

Tomás pensó en mil cosas para desear: juguetes, viajes o incluso superpoderes. Pero al final, decidió usar el amuleto para algo más especial. Escribió su deseo en un papel y lo dejó bajo la almohada. Al día siguiente, el amuleto había desaparecido, y en su lugar había una pequeña caja de madera con un hermoso diente de oro que decía:
«Gracias por tu bondad.»

Desde entonces, Tomás aprendió que la verdadera magia está en la generosidad y la bondad. Su historia se cuenta hasta hoy, recordando que los deseos más valiosos son los que compartimos con los demás.

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Sin título

4 de diciembre de 2024

Ali

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