El Tío Conejo y la Gallina
Cuento Mexicano Corto

En los campos de México, donde la naturaleza y los animales conviven en armonía, las historias del astuto Tío Conejo son famosas.

Con su ingenio y picardía, este travieso héroe siempre encuentra la manera de ayudar a sus amigos y enseñar valiosas lecciones. ¡Descubre cómo ayudó a la Gallina a recuperar sus huevos!

El Tío Conejo y la Gallina

En un pequeño pueblo mexicano, vivía el Tío Conejo, famoso por ser astuto y travieso, pero también querido por su gran corazón. Cerca de su casa vivía una gallina trabajadora, que cada día ponía huevos para alimentar a su familia. Una mañana, la gallina corrió alarmada hasta la casa del Tío Conejo.
—¡Tío Conejo, ayúdame! —cloqueó desesperada—. El Coyote ha venido a mi gallinero y me ha robado todos los huevos.

El Tío Conejo, moviendo sus largas orejas, sonrió con picardía.
—No te preocupes, querida Gallina. Vamos a darle una lección al Coyote.

Esa noche, el Tío Conejo se disfrazó de granjero y llevó un saco lleno de piedras hasta el lugar donde el Coyote solía descansar. Al llegar, comenzó a cantar:
—¡Huevos frescos, huevos deliciosos! ¡Huevos para quien los quiera!

El Coyote, intrigado, salió de su escondite.
—¿Huevos frescos? —preguntó, relamiéndose los labios.
—Claro que sí —respondió el Tío Conejo, mostrando el saco—. Pero estos huevos son muy especiales. Si quieres probarlos, tendrás que pagar con algo igual de valioso.

El Coyote, que no era tan listo, pensó en la comida que tenía guardada en su madriguera: carne, frutas y los huevos de la Gallina.
—¡Espera aquí, regresaré con algo para pagar! —dijo corriendo hacia su madriguera.

Cuando el Coyote se fue, el Tío Conejo rápidamente tomó los huevos robados de la madriguera y los devolvió al gallinero. Luego, dejó el saco de piedras en el lugar donde estaba esperando.

Cuando el Coyote regresó con su pago, encontró el saco, pero al abrirlo, descubrió las piedras. Furioso, trató de buscar al Tío Conejo, pero este ya estaba lejos, riéndose en su madriguera.
—¡Eso te pasa por robar! —gritó el Conejo desde un árbol alto.

La Gallina, agradecida, recuperó sus huevos y aprendió a estar más atenta en el futuro. El Tío Conejo, una vez más, demostró que con astucia y buen corazón, se puede superar a los más fuertes y astutos.

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