El árbol generoso
Cuento Corto

El Árbol Generoso, escrito por Shel Silverstein, es una conmovedora historia sobre la relación entre un árbol y un niño. A través de los años, el árbol demuestra su amor incondicional al ofrecer todo lo que tiene, enseñándonos sobre la generosidad y el sacrificio.
El árbol generoso
Había una vez un árbol que amaba a un niño. Todos los días, el niño venía a jugar bajo su sombra. Trepaba por su tronco, se columpiaba en sus ramas y comía de sus manzanas. El niño hacía coronas con sus hojas y jugaba a ser el rey del bosque. Ambos eran felices.
Con el tiempo, el niño creció y dejó de visitar al árbol tan a menudo. Un día, el niño regresó, pero ya no era un niño, sino un joven.
—Ven, sube a mis ramas, juega y sé feliz —le dijo el árbol.
—Ya no tengo tiempo para jugar. Quiero dinero para comprar cosas —respondió el joven.
—Toma mis manzanas y véndelas en el mercado. Así tendrás dinero —le ofreció el árbol.
El joven recogió todas las manzanas del árbol y las vendió. El árbol estaba feliz.
Pasaron los años, y el joven volvió, convertido ahora en un hombre.
—Ven, sube a mis ramas y juega —dijo el árbol.
—Estoy muy ocupado para jugar. Necesito una casa para protegerme a mí y a mi familia —respondió el hombre.
—Corta mis ramas y construye tu casa con ellas —dijo el árbol.
El hombre cortó las ramas del árbol y construyó su casa. El árbol estaba feliz.
Muchos años después, el hombre regresó, ya envejecido.
—Ven, sube a mis ramas y juega —dijo el árbol.
—Estoy demasiado viejo y cansado para jugar. Lo único que quiero es un bote para alejarme y descansar —dijo el hombre.
—Corta mi tronco y construye un bote. Así podrás viajar y encontrar descanso —dijo el árbol.
El hombre cortó el tronco y construyó su bote. El árbol estaba feliz.
Pasaron muchos años más, y el hombre volvió, ya muy anciano.
—Lo siento, no me queda nada para darte —dijo el árbol con tristeza.
—Estoy cansado. Solo quiero un lugar donde sentarme y descansar —dijo el anciano.
—Un tronco viejo es bueno para sentarse. Ven, siéntate y descansa —dijo el árbol.
El hombre se sentó en el tronco, y el árbol, aunque solo quedaba una raíz y un tronco, estaba feliz.
Reflexión:
El Árbol Generoso nos enseña sobre el amor incondicional y el sacrificio, recordándonos valorar a quienes nos dan todo sin pedir nada a cambio.
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