La Cenicienta
(Versión Venezolana)

En un pequeño pueblo venezolano, una joven llamada Cenicienta soñaba con una vida mejor, lejos de la crueldad de su madrastra.
Con la ayuda de un hada madrina y su espíritu inquebrantable, vivió una aventura que le mostró que la bondad y la esperanza pueden transformar cualquier destino.
La Cenicienta Venezolana
En un pequeño pueblo de Venezuela, vivía una joven llamada Cenicienta con su madrastra y dos hermanastras. La madrastra, cruel y ambiciosa, trataba a Cenicienta como a una criada, haciéndola trabajar desde el amanecer hasta la noche. Aunque Cenicienta soñaba con una vida mejor, sus días transcurrían limpiando, cocinando y soportando las burlas de sus hermanastras.
Un día, llegó al pueblo una emocionante noticia: el Príncipe Carlos organizaría un gran baile para encontrar esposa. Las hermanastras estaban eufóricas, pero Cenicienta sabía que no podría ir, ya que no tenía vestido ni tiempo, pues debía seguir trabajando. Esa noche, mientras lloraba sola en su habitación, una luz brillante iluminó el lugar y apareció su hada madrina.
—No te preocupes, Cenicienta. Tú también mereces ir al baile —le dijo el hada madrina con una sonrisa.
Con un toque de su varita mágica, transformó los harapos de Cenicienta en un deslumbrante vestido de gala, y en sus pies aparecieron unas delicadas zapatillas de cristal. Además, convirtió una calabaza del jardín en una elegante carroza con caballos blancos.
—Recuerda, Cenicienta, debes regresar antes de la medianoche, porque la magia se desvanecerá al sonar las doce campanadas —advirtió el hada madrina.
Cenicienta llegó al baile y dejó a todos sin palabras. El Príncipe Carlos quedó enamorado al instante y bailaron juntos toda la noche. Sin embargo, al sonar las doce campanadas, Cenicienta corrió apresuradamente hacia su carroza, dejando atrás una de sus zapatillas de cristal.
Al día siguiente, el Príncipe Carlos recorrió todo el pueblo buscando a la dueña de la zapatilla. Las hermanastras intentaron probársela, pero ninguna logró calzarla. Finalmente, Cenicienta se presentó y, para sorpresa de todos, la zapatilla le quedó perfecta.
El Príncipe, feliz de haber encontrado a su amor, pidió su mano en matrimonio. Cenicienta aceptó, y juntos se casaron en una gran celebración llena de música llanera y alegría, rodeados de los paisajes de la sabana venezolana.
Desde entonces, Cenicienta y el Príncipe vivieron felices para siempre. Su historia es un recordatorio de que la bondad, la paciencia y la esperanza siempre triunfan, incluso en los momentos más difíciles.
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