Las travesuras de Dientes
Cuento Corto

Dientes, un joven y juguetón saurópodo, adora hacer travesuras, pero aprende que sus bromas pueden tener consecuencias inesperadas y que la diversión es mejor compartida.
Las travesuras de Dientes
En una llanura de altos árboles y ríos cristalinos, vivía Dientes, un saurópodo pequeño y juguetón que siempre tenía una sonrisa traviesa. Su nombre lo debía a sus dientes fuertes, perfectos para masticar las hojas más tiernas. Pero Dientes no solo era famoso por su apetito, sino también por sus travesuras.
Un día, mientras sus amigos jugaban cerca del lago, Dientes tuvo una idea.
—¡Vamos a divertirnos un poco! —dijo con una risita.
Se escondió detrás de un arbusto y, cuando pasó Tila, una despreocupada Estegosaurio, lanzó un montón de hojas sobre ella.
—¡Dientes! —gritó Tila, sacudiéndose—. ¡Siempre estás jugando!
Dientes solo reía, encantado con su travesura.
Pero no todas sus bromas eran bien recibidas. Al día siguiente, mientras Roco, un Ankylosaurio, descansaba bajo un árbol, Dientes se acercó silenciosamente y le tiró un pequeño coco en el lomo.
—¡Ey! —protestó Roco—. ¿Por qué no juegas sin molestar a los demás?
Dientes no le hizo caso. Para él, todo era parte de la diversión.
Sin embargo, una tarde algo salió mal. Mientras jugaba cerca del río, vio a sus amigos recogiendo frutas para una merienda. Decidió hacer otra de sus bromas y escondió toda la comida en un tronco hueco. Cuando los demás regresaron, no encontraron nada.
—¿Dónde está la comida? —preguntó Tila, preocupada.
Dientes salió de su escondite, riendo.
—¡Aquí está! Fue solo una broma.
Pero esta vez nadie rió. Sus amigos se veían cansados y molestos.
—Tus travesuras nos han hecho pasar hambre, Dientes —dijo Roco—. ¿Eso te parece divertido?
Dientes bajó la cabeza, arrepentido. Por primera vez entendió que, aunque se divertía, sus bromas podían herir a los demás.
—Lo siento mucho. No volverá a pasar —dijo sinceramente.
Para compensarlo, ayudó a sus amigos a recoger más frutas. Descubrió que reír juntos era mucho mejor que hacer travesuras. Desde entonces, Dientes aprendió que la verdadera diversión está en cuidar y respetar a los demás, no en causar problemas.
Y así, aunque seguía siendo juguetón, Dientes se convirtió en un saurópodo querido por todos.
⭐ Votos
Valoraciones
No hay reseñas todavía. Sé el primero en escribir una.